Me acuerdo de la primera vez que escuché la palabra «consenso» y me acuerdo de que se la escuché a ZP. Desde entonces esa palabra, con otras palabras como «talante» en la primera legislatura y «recesión económica» en la segunda, se hicieron términos millones de veces repetidos hasta convertirse en palabras de uso casi diario por muchos políticos y los ciudadanos, sobre todo «consenso» y «talante», y lo hacíamos para reírnos de él porque eran dos coletillas de su lenguaje, junto a su gestualidad con las manos, pero que casi nadie entendía. Consenso era una palabra que muchos nunca habíamos escuchado ni leído y que ni siquiera hicimos por buscar cuál era su significado.
 
Era una palabra nueva que supuestamente apareció de la nada. Una palabra fea, que suena hasta mal, como si no fuese bienvenida a la fiesta de graduación, como si fuese una palabra decimonónica en desuso. Si repites muchas veces seguidas una palabra al final suena mal, extraña y parece que el significado y el significante se separasen como cuando agitas mucho un vaso de agua y al final se vierte. Con la palabra «consenso» no hacia falta ni repetirla muchas veces porque con dos ya era suficiente ya que nadie sabía el significado, pero supongo que sí sabíamos el concepto «ponerse de acuerdo». Pues sí, consenso significa basicamente ponerse de acuerdo, pero parece que en este país es palabra tabú.
 

No quiero hacer una oda a ZP, ni mucho menos, aunque dentro de sus sombras, muchas, tuvo también varias luces como por ejemplo el divorcio exprés y el matrimonio entre personas del mismo sexo. No quiero hacerle una oda pero se fue y esa palabra se fue con él como el que recoge sus herramientas tras un trabajo y se va a su casa. Ya nadie dice la palabra «consenso», y casi nunca la he vuelto a ver escrita. Ya nadie la dice porque puede que nadie quiera ya ponerse de acuerdo, o quizás nunca nos quisimos poner de acuerdo y lo único que queremos es imponer nuestra voluntad al resto. Consenso, la palabra que trajo ZP y nos reíamos de él.

Si hay una cosa que siempre han repetido los nuevos partidos y también un servidor, es que el «régimen» de la Transición está obsoleto y que hay que cambiarlo y modernizarlo; incluso algunos lo demonizan, pero lo que es seguro es que los políticos de la Transición supieron ponerse de acuerdo para llegar a un consenso. Estos nuevos lo único que saben hacer es tirarse los muebles a la cabeza, arrinconar e imponer precisamente como han hecho los niños traviesos, Zipi y Zape, de la Transición: PP y PSOE con una pequeña franja de buenas formas e intenciones pero nula praxis y alguna que otra traición que vino con el PSOE de Zapatero. Desde luego, los líderes de esta segunda Transición son buenos rompiendo lo anterior, pero pésimos intentando construir un futuro de diálogo y consenso. Esto más que segunda Transición tiene pinta de Segunda República, donde todos se quisieron imponer a todos y al final se impuso uno 40 años.

 

 

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