Fotografía: Belén Guàrner
Dos capitales de la cultura, París y Beirut, fueron atacadas la semana pasada en poco más de 24 horas de diferencia. Un grupo de desalmados armados que pretenden construir un califato del horror se han llevado por delante, de momento, a 173 vidas y han herido a 550 personas. Ese grupo de terroristas, además resulta ser un colectivo de ignorantes botarates que dice luchar por el Islam y ser yihadistas. Sin embargo, y en contra de lo que publican la mayoría de medios, de yihadistas no merecen ni la y griega.
Los soldados del Estado Islámico no merecen ser llamados islamistas porque las masacres y el terror extendidos en Beirut y París esta semana no responden a la voluntad de ningún profeta, de ningún dios. Y si Alá existe, debe estar creando un infierno nuevo solo para estos terroristas. Menos aún merecen ser llamados yihadistas. Cierto es que una de las acepciones de yihad, en árabe, es la de la lucha, pero se ha interpretado siempre como una lucha contra uno mismo, para acabar sacando lo mejor de nosotros, para conseguir grandes logros.
Y ahora que París y Beirut sangran, juntas, desorientadas, el mejor homenaje que les podemos hacer es hablar de aquello que representan: de cultura. Y, ¿por qué no?, de yihadistas de la cultura, como, por ejemplo Oliver Sacks.
Tanto Babelia como El Cultural dedican el espacio del Libro de la Semana a la obra póstuma del médico y escritor que anunció al mundo en una sorprendente carta en The New York Times el pasado febrero que padecía cáncer terminal con metástasis en el hígado y cerebro. Su última obra, En Movimiento. Una vida, es su última revisión autobiográfica que vale la pena empezar a leer “echando un vistazo a las fotos”, según Javier Sampedro.
Poco se debió aburrir Oliver Sacks a lo largo de su vida, con sus múltiples aficiones, fotografía, motociclismo y natación incluidas, como cuentan en El Cultural. Tampoco fueron pocas las aventuras que hicieron de la suya una existencia intensa: encuentros con estadistas en Jerusalén, con camioneros en Alabama, viajes por media América con su BMW R60, una infancia truncada en Inglaterra truncada por la II Guerra Mundial, una homosexualidad castigada y rechazada por sus padres…
Siempre intentando saciar su sed de vida y conocimiento, Oliver Sacks fue plasmando todas sus vivencias, reflexiones, indagaciones en diarios desde temprana edad. Escritos “sobre sus luchas que son ahora un fiel testimonio de la resistencia humana, de la capacidad de la gente para adaptarse a sus infortunios y hasta de encontrar en ellos un estímulo para crear y lograr cosas”. Testimonio, al fin y al cabo, de la vida de un yihadista. De un luchador.