Fotografías: Ismael Llopis (Momo-Mag)

En Negratinta nos fascinan las apuestas por lo diferente e inusual. Lo arriesgado y lo que se sale de la norma. Por eso, nos colamos en un ensayo de un proyecto que se rebela contra los cánones en clave de sol: la Eclectic Colour Orchestra. Un proyecto colorido que nace de las entrañas de Raúl Patiño, un director muy ecléctico, diferente y colorido. Como la orquesta que dirige.

–Tú estudiaste dirección, en el Escola Superior de Música de Catalunya. La Eclectic Colour Orchestra nace como proyecto final de la carrera, ¿no?

–Bueno… A mí me encanta escribir. Pero debo decir que yo estudié piano primero, al final, en las bandas, tocando en proyectos, el pianista siempre acaba dirigiendo, queda en medio. De esas dos pasiones nació este proyecto, con la intención de poder combinar las dos cosas: poder dirigir algo que yo había escrito y combinar lo sinfónico con una big band. Lo que pasa es que un proyecto así tan grande era inviable.

Paralelamente, yo tocaba con algunos grupos de pop rock, he estado en varias bandas, tocando con cuerda. Bueno, grabando con cuerda. Introducir la cuerda en la música moderna es complicado, introducirla en el swing y ese tipo de lenguajes. Entonces fue cuando pensé en empezar un proyecto con cuerda; con una base rítmica de jazz, de groove y luego añadir la cuerda para crear escuela. Y a partir de aquí nace la Eclectic Colour Orchestra (ECO). Nace como un taller semanal de trabajo de ritmos modernos hasta que llegó el momento de dar el paso y sacar nuestro primer disco: Black Canvas.

–¿Cuál es la diferencia entre la ECO y una orquesta convencional?

–Queremos ser una orquesta moderna y estable; es decir, diferenciarnos de las orquestas con un repertorio clásico. A veces, estas orquestas hacen pinitos con big bands, pero en estos momentos no hay ninguna que haga lo que hacemos nosotros.

–¿Cuándo hablas de estable te refieres a remunerada?

–[Risas].

–Bueno, digamos que con ingresos mensuales fijos…

–Sí; si no, no puedes tener gente fija. Mira, al final, si no tienes pasta, la gente se destrempa y acaba no viniendo, que es lo que ha pasado miles de veces. La ECO comenzó como un taller, después la cosa quedó parada: la gente tenía otros bolos. Así que decidí cambiar la filosofía. Pensé: venga, cuando salgan proyectos, cosas concretas, ensayamos como una orquesta normal, lo que haya en el programa y ya está. Lo que pasó es que cuando quedábamos nuestro sonido estaba tan estropeado que no congeniábamos como orquesta. Si realmente quieres hacer una orquesta moderna, con articulación jazzística, tienes que trabajarlo semana a semana.

Hemos pasado por diferentes etapas. Y, ahora, finalmente nos hemos constituido legalmente como asociación para poder optar a subvenciones. El objetivo a la larga es poder tener temporadas estables, que nos permitan trabajar cada semana y que los músicos puedan venir sin tener que dedicarse a otras cosas para sobrevivir. La predisposición está, pero claro, todos tenemos que sobrevivir. De todas maneras no me quejo, los músicos están súper dispuestos y entregados al proyecto y eso es un lujo.

–¿Cuál es el perfil de un músico ECO? Porque orquestas hay muchas y músicos, también…

–Alguien que ha estudiado clásico y no ha cuajado en el perfil de músico profesional integrado en una orquesta; por ejemplo, alguien que está dando clases y no ha encontrado el lugar donde tocar aquello que le gusta o le interesa; es decir, música moderna. En definitiva, buscamos perfiles diferentes, menos serios. El trabajo es riguroso, los ritmos de nuestro repertorio acostumbran a ser más complicados, pero el ambiente es más distendido.

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–Sueles defender que hay que romper el protocolo.

–Sí. En estos momentos todas las otras orquestas ya lo están intentando también. Intentan hacer programas más asequibles al público, por ejemplo.

–¿Por qué Eclectic y por qué Colour? Lo de Orchestra ya me queda claro.

–Pues mira, no lo sé. Buscaba un nombre original, que sonase bien. Eclectic, porque tocamos muchos tipos de música diferente y Colour porque el nombre de mi proyecto final se llamaba Calidoscopia Suite, de ahí lo del color. La idea es sacar discos y que cada disco sea un color.

–¿Y Black Canvas?

–Sí, Black porque con nuestro primer disco partimos de cero, básicamente.

–¿Qué acogida ha tenido el disco?

–Bueno, el disco es auto editado. El problema es la promoción, ya que yo en ese aspecto no tengo experiencia. El disco lo movemos en los conciertos y lo intentamos promocionar a través de todas las plataformas online, pero aún no hemos traspasado esta frontera. De hecho, ni emitimos un comunicado oficial a la prensa cuando lo publicamos. Nuestro objetivo es tocar, pero supongo que a la larga tendremos que buscar a alguien que nos mueva la parte más burocrática. Nosotros ya tenemos bastante con crear música. Piensa que las orquestas convencionales, las grandes, tienen un montón de gente alrededor. Aquí no funciona así.

–¿Cuál es vuestra meta, musicalmente hablando?

–Ser estables, definitivamente. Tener una buena temporada de conciertos y montar diferentes programas. Estar en cartel. Hacer temas propios. Por otra parte, abrirnos a nuevas colaboraciones con grupos de pop rock o jazz. Que la gente nos llame cuando tenga que grabar algo con cuerdas, por ejemplo. Estos son los objetivos.

–Hablemos de la prostitución musical. Los músicos, al igual que los periodistas, somos mercenarios. La situación hace que sea complicado ligarse a proyectos no remunerados. Al final, todos acabamos siendo unos mercenarios porque necesitamos sobrevivir.

–Yo creo que o lo tienes muy claro y estás lejos de vivir en el mundo material actual, o acabas sucumbiendo. Sí, tienes razón. Necesitas pasta. Y el que no tiene nada y le ofrecen hacer un playback en televisión o estar de figurante en un anuncio, pues lo termina haciendo, aunque lo odie. Los músicos de hace 20 años, los que trabajaban en las salas de Barcelona, trabajaban todo lo que querían. Si no les gustaban las condiciones de una sala, no hacían el bolo, porque sabían que al día siguiente estarían en otra sala. Lo sé porque hablo con ellos a diario. Esto ya no es así. La gente tiene miedo.

–¿Qué le pasa a la música clásica en este país? ¿Por qué no cuaja? Tú te has formado en ese mundo.

–No creo que le pase nada a la música clásica. Tú vas a L’Auditori (Barcelona) y siempre está lleno. Sí que es cierto que hay un cierto distanciamiento entre los jóvenes y la clásica, pero desde hace unos años hay proyectos educativos hechos para niños muy interesantes. Y eso cambia la percepción. El problema es el protocolo, no la música clásica en sí.

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