…sale aliviada del colegio electoral. Se leía en las caras de la mayoría. ¡Y lo que nos queda! Si para disputarse pueblos y regiones ha estado la cosa tan reñida —por otra parte a la altura de lo que siempre se espera de una buena campaña política, incluyendo el juego sucio al que algunos nos tienen acostumbrados—, todavía falta por ver lo que hacen los partidos para conseguir un asiento en el reparto de la tarta más grande, del Congreso nada menos. Hasta noviembre se sacarán los ojos, habrá codazos y zancadillas con tal de hacerle creer al contribuyente que su proyecto individual es el mejor, como si a estas alturas y visto lo visto fueran a colar egoísmos envueltos en papel celofán.

Así que ojo, que ahora que ha pasado lo de ayer y el azul se ve descolorido por los lavados de imagen que han querido hacerle, sin ningún éxito, que el rojo ha recuperado parte de lo perdido pero no como para echar cohetes, y el morado y el naranja van a hacerse un hueco decisivo en la paleta de colores democráticos, el cuadro que vamos a tener en España pinta claramente multicolor y parlanchín, porque están condenados a hablar, aunque sea de morros y con los brazos cruzados, pero más les vale adoptar otra actitud. Los ciudadanos seguiremos atentos, vigilantes, echándoles el aliento en el cogote. O que sigan tentando a la paciencia colectiva y ya verán estupefactos lo que resulta de las urnas la próxima vez que votemos.

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