Fotografías: Ismael Llopis (Momo-Mag)

Dolors Miquel Abellà (Lleida, 1960) es un huracán de sinceridad. Dice en voz alta lo que le gusta y lo que no, una capacidad que sabe trasladar a sus poesías. Después de comer en un restaurante griego (es fanática de todo lo griego, desde el Egeo hasta la filosofía clásica) entre el Born y el Parc de la Ciutadella de Barcelona, Dolors Miquel repasa sus influencias poéticas y reflexiona sobre el mundo de los poetas, “un mercado saturado donde todo se mueve en círculos de influencias”. Y ella no se casa con nadie.

–Te he oído varias veces decir que viviste en el paraíso durante tus primeros seis años de vida pero que luego lo perdiste. ¿Qué ocurrió?

–Son historias familiares bastante chungas y duras. Pasar de una familia con una cierta tranquilidad a una situación familiar difícil –con el añadido de ser joven– no es fácil. Por eso digo que perdí el paraíso. Cuando la locura entra en el paraíso, el paraíso se acaba. La locura no es cosa de dioses.

–¿Creciste de golpe?

–[Se ríe] ¡Quizás todavía no haya terminado de crecer! La vida ha sido muy dura conmigo. Bueno, la vida es muy dura. Me gusta escuchar a la gente no para juzgarla, sino para conocer cómo son los seres humanos, una tarea que resulta muy difícil. Por lo que he oído, he tenido una vida bastante cabrona.

–Hoy he leído una entrevista a una psicoanalista que decía que la vida no pasa, que se hace.

–Esa psicoanalista debe hacer ganchillo. La vida pasa, y yo creo en el destino cada vez más. La frase de la psicoanalista no tiene ningún sentido para mí según mi concepción del mundo. ¿Por qué una persona vive mucho y otra poco? ¿Por qué una persona escoge una carrera y encuentra trabajo y otra, con la misma carrera y siendo igual de buena, tarda 40 años en encontrar trabajo? ¿La vida se hace? El azar juega un papel importante. Hasta la aceptación del destino es cuestión del destino en último término.

–Como una especie de añoranza de esa niñez perdida tu poesía vuelve a menudo al paisaje rural de Lleida, tu tierra.

–Cada vez menos. Sigue influyendo, pero la he aparcado bastante. Todo el mundo vuelve a sus pensamiento idílicos. Si uno se enamora perdidamente de una persona siempre volverá a ese recuerdo. Las cosas que te marcan muchísimo, tanto como nacer, no te las puedes quitar de encima. Están contigo y contigo van. A veces es una putada.

–¿Cuándo decidiste reivindicar los dialectalismos en tu poesía?

–¡No los reivindico! La gente piensa eso, pero no los uso para reivindicarlos. Es mi lengua y ella es la base de lo que escribo. El lenguaje es aire. El aire sale de la boca y encuentra unos impedimentos en el camino, los labios, los dientes. Depende de dónde se encuentre esas barreras sonará de una forma u otra. Todos los sonidos crean palabras y las palabras en principio no tienen ningún tipo de prestigio. El prestigio se lo dan los hombres. Soy una comunista de las palabras. Vale tanto una palabra que tú me pudieras enseñar de Ibiza, como una palabra que te puedo decir de Lleida, como otra que pudiéramos escuchar aquí en Barcelona o como las que encontramos en los libros. Los insultos me gustan mucho. ¡Cualquier insulto es aire! No son una bala o una piedra que te tiran a la cabeza. Es aire que provoca dolor a causa de las normas increíbles que ponen los humanos, que a mí me alucinan. Ya lo veía de pequeña. Cuando se decía «hijo de puta» todo el mundo se quedaba inmóvil como si alguien los hubiera paralizado con un veneno. ¡Pero si es aire! ¡Es lo mismo que decir «mesa»!

–Pero esa emisión de aire provoca una imagen mental.

–Sí, pero pinta el mundo de negro, blanco o rosa. Es una forma de etiquetar. Está muy bien tener estas palabras porque gracias a ellas uno se puede desahogar. En cambio si empiezo a decir «mesa, vaso, silla»… no pasa nada. Pero aparte de desahogarse, estas palabras generan una visión del mundo muy carca. ¡Nos escandalizamos por nada!

–El emigrante muchas veces habla con sus hijos en la lengua que ha aprendido en su nuevo hogar. Pero cuando les tiene que reñir vuelve a la lengua de su lugar de origen.

–Es muy curioso, también lo he vivido. La lengua materna no se utiliza cuando estamos felices pero cuando llega el cabreo… ¡patapam! Nuestra parte oscura siempre tira hacia la tierra.

–¿Crees que el catalán se está empobreciendo?

–Totalmente. No hay una jerga de ladrones, policía o prostitución, por ejemplo. Esto provoca un empobrecimiento de la lengua terrorífico. Aunque ahora con los bancos y el paro y la pobreza tal vez volvamos a tener ladrones y putas que ejerzan su oficio en catalán. Cuando se escribe la base es la lengua que se habla en la calle. Antes se utilizaba comúnmente el catalán que se hablaba en las casas pero en un momento determinado se elaboró un catalán normativo y desde entonces mucha gente intenta seguirlo. ¿Por qué? ¡En España no hay nadie que hable el castellano normativo! Lo que hacen es hablar como se habla en su tierra y cuando hacen un examen, van al juzgado o hablan con un extranjero utilizan el castellano normativo. No he visto ninguna cultura o nación tan trastornada por preguntarse si se debe decir palillo o mondadientes. Estamos llenos de inseguridades, preguntándonos todo el tiempo cómo se debe hablar. Creo que esto es más pernicioso para el catalán que la mezcla inevitable con el castellano. Una cultura que no tiene confianza en sí misma no va a ninguna parte. En el fondo creo que hay una falta de confianza muy grande.

–Con esta cultura que tú ves baja de confianza algunos intentan construir un estado. ¿Qué debería cambiar?

–¡Buh! [Ríe] Podríamos escribir un tratado. Hay muchas cosas por cambiar. No sé si la independencia de Catalunya se conseguirá, no lo veo demasiado posible. La Catalunya que yo imagino tampoco es una Catalunya catalana, la imagino mestiza, como ha sido siempre. Como ya lo era en época medieval. Pero con una lengua común y una cultura común, la catalana. Pero España y Europa no nos dejarán irnos, porque el continente europeo lo forman un montón de países-estado que no existen realmente y esconden muchísimos pueblos, naciones y culturas. ¿Cómo dejarán que nosotros nos libremos? Quizás es que soy una pesimista. [Nota del redactor: la entrevista fue realizada a unas semanas del referéndum independentista escocés].

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–En el proceso constituyente veo poco debate sobre cómo sería la nueva Catalunya.

–No nos confundamos. Una cosa es la cocina y otra la habitación y el lavabo. Si hacer un país fuera cuestión de llevar adelante utopías no habría países ni naciones en el mundo. Siempre hay poderosos que aplastan al resto. Debemos ser conscientes de que en Cataluña habrá hijos de puta, gente de derecha, gente de izquierda, gente de centro, gente que pasa del tema… ¿Cómo podríamos hacer una cultura mejor en una Catalunya independiente? No se puede. Creo que tenemos que luchar para que la cultura no sea peor; siempre se debe intentar frenar que nuestra vida sea más pobre, que los ricos nos jodan más, que los poderosos se aprovechen. Ahora habíamos conseguido ganar cuatro derechos y con un par de movimientos del capital nos los han quitado. No les gustaba que la masa trabajadora viviera más cómoda. De todos modos hay teorías muy interesantes sobre la posibilidad de hacer una sociedad donde no se trabaje. Ya se verá.

Feliu Ventura nos aseguró que la cultura siempre debe estar contra el poder porque el poder ya se encargará de ponerla de su lado.

–El sistema paga a sus artistas. Ahora no hay dinero culturalmente hablando pero hay una serie de gente que sigue ganando lo de siempre. Quizás he salido diez veces en mi vida en TV3. Si fuera de la cuerda de esa gente que he mencionado habría salido 30.000 veces. Yo no estoy con la gente que debería estar. Cuando empecé a recitar lo hice por necesidad: quería compartir lo que vivía con el público. Como recitaba salía en los periódicos. Estaba dentro del círculo porque era una necesidad interna no porque quisiera escalar en el mundillo. Escribo para que me lean y resulta que la gente que venía a escucharme en los recitales prácticamente no me leía. Sólo se quedaban con algunas frases. Comunicarse a nivel poético es hacerlo hacia dentro. No me interesaba que la gente repitiera mi nombre pero no conociera mi obra. Es una irrealidad, pero es lo que pasa en este mundo de la poesía.

–Me ha hecho mucha gracia este término que utilizas de vez en cuando: Ku Klux Klan literario. ¿Qué es?

–Es gente que va con sus capuchas y se encierra. Ocurre tanto aquí en Catalunya como en España o Italia. No sabemos quiénes son oficialmente, pero todo el mundo lo sabe realmente. Si alguien los putea, lo apartan o le echan directamente. Tienes que ser de los suyos. Después ocurre una cosa que es muy lógica: si tú eres un escritor mediocre, la gente que quieres tener a tu lado no será gente brillante porque pondrá en evidencia que tú eres un mediocre de cojones. El Ku Klux Klan normalmente está formado por mediocres que tienen  dinero y hacen sus hogueras. Si alguna vez he atacado a alguien que tiene poder, después lo he pagado. Todavía lo sigo pagando. Pero como saben que no busco su lugar de poder –soy una ingenua en el fondo–, me dejan existir. Tuve suerte de no publicar muy joven, de negarme por cuestiones éticas, de nivel personal. Hubiera sido un desastre hacerlo. Ahora veo muchos jóvenes poetas que publican un primer libro que está muy bien pero luego se suben a la rueda de seguir publicando y salir en los medios. No paran de hacer libros como quien hace salchichas. ¡El mercado está saturado!

–El escritor y periodista Manuel Astur sostenía en la entrevista que le hicimos que el problema que tiene la poesía en España es que cuenta con más poetas que lectores.

–Eso creo que ha pasado siempre. La poesía es como un círculo masónico. El problema es que los poetas no nos leemos unos a otros. Y, en todo caso, sólo nos leemos entre amigos. Y los recomendamos por cuestiones de amistad. En Catalunya, Balears y el País Valencià hay una serie de señores que lo controlan casi todo y dejan pocos espacios. Pero con Internet las cosas pueden cambiar mucho.

–Dime tres jóvenes poetas en catalán que no estén todavía contaminados.

–¡Todos lo estamos más o menos! Pero bueno, hay gente joven que vale la pena. Me gusta mucho Maria Cabrera y también la hermana de Marc Romera, Silvie Rothkovic. Ellas dos son las que más me gustan. El último libro de Pons Alorda me ha parecido también interesante. Blanca Llum Vidal también está bastante bien. Son gente que cuenta con un lenguaje propio.

–¿Cuando deja de ser joven un poeta?

–Eso me preguntaba yo. Ese puto adjetivo me lo han plantado encima mucho tiempo. [Con tono irónico] Por un lado está bien porque es una manera muy guay de ser joven; ¡te estás haciendo vieja pero da igual! ¡Para la poesía sigues siendo joven! ¡Es un tratamiento rejuvenecedor!

–¿Quiénes fueron tus primeros poetas?

–En mi casa no había ningún tipo de arte, ni pintura, ni tampoco bailes, música, cine… Pero se vivía bien. ¿Tú te imaginas saber vivir así? Es una gran suerte, ¿no? ¡No tener necesidades! Y eso que mi abuela fue una de las primeras mujeres que habían ido a la universidad en Barcelona. Ella estudiaba Farmacia a principios de siglo y sólo había otra mujer en la clase; mi abuela era una tía muy inteligente. Supongo que la poesía entró en mi vida con la Biblia (la tuve que comprar a escondidas ya que en mi casa eran ateos militantes) y después con la clase de Literatura. Leía lo típico: Bécquer, Espronceda… Lo que se leía entonces. Lo primero que me gustó fue Lorca. Luego, Homero. ¡Buah! ¡Cavafis! (Yo con mi historia griega). Con aquella gente me volvía como lela. El surrealismo me parecía un poco dislocado, pero en las poesías Lorca encontraba algo muy, muy bueno.

–¿Cuál de sus poemarios gusta más?

–Me gusta mucho Poeta en Nueva York. Era mi libro favorito porque en él Lorca hablaba de la desolación de las ciudades modernas, aparte de su homosexualidad y otras cosas. El tema urbano era un problema que estaba llegando al hombre y que en España puede que ni se intuyera. Esa soledad que tienen las ciudades modernas donde el hombre está solo pero acompañado por millones de personas Lorca la supo explicar muy bien.

–¿Y qué buscas en Grecia? Has traducido al catalán a varios poetas griegos.

–De filosofía no sé mucho, pero por la poca que estudié en la escuela y por lo que he leído por mi cuenta he visto que en la Grecia antigua hubo personas que razonaron de maneras muy diferentes. ¡Joder! ¿Cómo puede ser que hubiera atomistas, Aristóteles, Platón, Pitágoras, Epicuro…? ¡En un lugar tan pequeño, tantos pensamientos diferentes! Esa pluralidad me alucinaba, al igual que su mitología, tan rica, y su manera de explicar el mundo a través de imágenes. Luego, las sagas, sobre todo La Odisea. Hoy en día en las escuelas nos hacen estudiar a todos lo mismo y los cerebros se mueven en una sola dirección. Por eso no hay tanta riqueza. Los planes de estudio están hechos para llevar trabajadores adiestrados y un poco aborregados a las fábricas y a las industrias. Han sacado [de los programas] todas las humanidades porque ya no interesan. La filosofía está proscrita.

–La educación que tenemos teme helenizarse, entonces.

–Sí. Los griegos no podían tener ese miedo a las humanidades porque no movían esa cantidad ingente de dinero y personas. Ahora tenemos sociedades exageradas. No sé si los mismos griegos hubieran podido resistir con estas circunstancias. Los romanos ya tuvieron que inventar el circo para tener a la gente tranquila

–¿Qué conserva la poesía griega moderna de los referentes antiguos?

–Tienen a Seferis. Él ya te lo trastoca todo. Como la poesía de Seferis no veo ninguna más. También tuvieron a Maria Polidura, que es una poeta que murió joven, el prototipo de poeta suicida. Hay otros muy buenos, como Elitis, Kikí Dimoulà, Kariotakis… pero al nivel de Seferis, para mí, ninguno. Todos ellos, además, muy influenciados por Lorca, un poeta impresionante porque ha terminado influenciando a todo el mundo. Incluso en Japón les ha llegado y los ha marcado a la hora de escribir.

–Y eso que Lorca murió joven, con 38 años.

–Leí una carta de Séneca a Lucilio donde le habla de qué más da que uno se muera joven si ya ha hecho lo que debía haber hecho. Cada uno tiene su rol en la vida y su recorrido. ¿Sabes aquellas rosas que se abren, son muy bonitas, estallan y mueren en tres minutos? Hay otras que se hacen bellas más tarde, que duran y duran. Las personas somos de una clase u otra.

–Has traducido poetas griegos que vivieron años turbulentos con la II Guerra Mundial y varias guerras civiles.

–Como hijos de su tiempo, muchos tuvieron finales trágicos como el de Polidura, el de Kariotakis… O vidas que eran una continua fuga o emigración. Cuando pienso en Grecia llego a la conclusión de que su historia reciente es mucho peor que la de Catalunya. Pero ellos tienen la suerte de existir para el mundo cuando nosotros tenemos que estar diciéndole al mundo que existimos como si fuéramos transparentes. Los griegos han sufrido mucho. Ellos tenían una idea de Grecia formada por los territorios que rodeaban el mar Egeo. Cuando les arrebataron todas las ciudades de Asia y muchos griegos tuvieron que regresar a Europa se produjo un éxodo tremendo. Y se acabó aquella idea de Grecia.

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–Había griegos incluso a las orillas del Volga, en el Unión Soviética.

–El éxodo es una tara tremenda para los griegos. Hace muy poco que se han constituido como Estado, han tenido tantos problemas, han nacido llenos de deudas y manchados de sangre.

–¿Cómo es posible que pase esto en el país al que vemos como cuna de Europa…

–Eso es lo que me pregunto yo. ¡Pero es que desapareció durante muchos siglos! La Grecia moderna la crearon los alemanes y otras potencias para frenar a los turcos, por eso les interesó crearla. Era una cuestión geopolítica. Si Catalunya estuviera al lado de una nación peligrosa para Europa o la bañara un mar lleno de petróleo tendríamos más posibilidades de ser independientes. No tenemos tampoco ni gas, ni oro, ni uranio. Si encontráramos alguna de estas materias en nuestro territorio tendríamos más posibilidades para ser independientes. También nos faltan ricos que se mojen las bragas y los calzoncillos por la causa.

–Recuperemos Lorca y mezclémoslo con Cataluña. ¿Quién es para ti el poeta catalán más lorquiano?

–De primeras, Foix. No porque sea lorquiano sino por la imaginería que utiliza. La de Foix es tan rica que le acerca a Lorca. Espiritualmente, no, pero en cuanto a la imaginería son semejantes. Foix es un exquisito imaginador dotado de muchísimas palabras. Lo que pasa es que aquí en Cataluña Lorca no es suficientemente conocido. A veces pienso que Catalunya está muy cerrada en sí misma. Otras veces no. No sé cuál de las dos sensaciones es la verdadera. Estoy pensando en los grandes poetas catalanes, en Riba, Carner, Pere Quart, Màrius Torres, Maria Mercè Marçal, poetas que hubieran podido chupar de Lorca y no veo su influencia. Catalunya se abre en Europa y al resto del mundo, pero no a España. ¿Por qué? Porque si alguien te ataca, ¿qué haces? Si alguien te ataca aunque sea verbalmente el cuerpo hace así [acerca las manos al pecho], se repliega. Somos una comunidad muy agredida. Muchas veces pienso en la poesía que se hace aquí y la que se hace fuera y no tiene demasiado que ver. Lo que yo leo, vaya.

–¿Qué las diferencia? ¿Son diferencias a nivel formal o temático?

–Es la forma. Aquí ya sabes que hay un gran peso de los trovadores. Hasta el siglo XV, casi todo era trovadoresco. Excepto Ausiàs March, que es el gran poeta, todos nos quedamos con la historia de los trovadores e íbamos haciendo poesía de trovadores. Nos viene de muy lejos eso de rimar por eso la mayor parte de la poesía que se hace aquí es todavía rimada. En cambio lo que leo de América Latina es diferente. ¡Rimar es muy fácil! ¡Te sale sin mucho esfuerzo! ¡Es una cantinela que te va saliendo! Hacer imágenes es también fácil. Hacer una buena rima y una buena imagen es lo difícil.

–En las redes sociales eres muy activa y utilizas Facebook para hacer una especie de viaje cultural con aire vintage por el Mediterráneo o Estados Unidos.

–Llevo muchos años viajando por Internet porque no tengo dinero para hacer realmente todos esos viajes. Me gustan el arte japonés o el de Siberia o el de Sudáfrica, cualquier manifestación artística me gusta. Paso muchas horas navegando por la red para descubrir el mundo. Pero hasta hace poco era un viaje muy solitario. Gracias al Facebook ha dejado de serlo. Lo puedo compartir, pero a veces me cansa.

–Podemos leer en tu poemario Missa pagesa versos que dicen: «El hombre teléfono hablará a solas / y el presente será retransmitido». Después hiciste otro poemario titulado La dona que mirava la tele. Te preocupa la tele realidad.

–La tele es quien configura la realidad que vivimos. Durante un tiempo la vi para saber con qué nos comían el tarro los poderosos. Salía de un matrimonio y cuando estas relaciones se acaban tienes dos opciones: o salir de fiesta todas las noches o quedarte en casa viendo la tele. Escogí la segunda opción. Ni cuando pequeña veía la tele porque nunca me ha atraído. Los dibujos animados son la mejor manera para fabricar niños. No les interesaban niños inteligentes y sacaron a Homer Simpson o al Novita de Doraemon. Gusta que el héroe sea tonto. Este es el mensaje que quieren hacernos llegar.

–También has escrito que «la tele vomita todo lo que no existe». ¿Como se adiestra a los adultos?

–Nosotros no vamos vestidos así por casualidad. Hay como una manipulación a través de la imagen que no sabemos cómo nos la venden pero así ocurre. En una ocasión quería comprarme ropa de color amarillo, pero caí en la cuenta de que no me gustaba el amarillo, lo que ocurría es que ponía la tele y todo era de color amarillo. ¿Cómo me han metido en la cabeza el color amarillo? ¡No lo sé! Pero ocurre. La ropa que llevamos, dentro de unos años, nos resultará horrible. Visten a los personajes públicos para crear una serie de tendencias que nosotros seguimos porque somos imitativos como los monos. Nunca utilizarán sus grandes medios de difusión para meter en la cabeza de la gente cosas que les hagan pensar y dudar. Es complicado que la poesía entre en la televisión porque nunca ha sido multitudinaria. Lo de quejarse de que la poesía no tiene reconocimiento suficiente es muy antiguo. Ya lo leí en los propios trovadores del siglo XII. Puede pasar que alguna poesía sea popular como ocurre con algunos poemas de Verdaguer o con alguna composición de Seferis, como la que se convirtió en himno nacional

–¿Dónde se marca la frontera entre canción y poesía?

–Pocas veces una canción es poesía. La poesía se debe leer en voz alta. Pero la poesía necesita ser leída en silencio, a pesar de que se hagan recitales que se venden muy bien entre el público, pero donde no hay capacidad de asimilación. Es como un cuadro. Cuando vas a un museo puedes ver tres, no trescientos. Al principio la poesía era cantada y después se separaron canciones y poemas. Esto se explica en las aulas. Cuando Raimon canta aquello de «veles e vents«, vale, es poesía, pero es una canción que llega a un pequeño círculo. Es como eso que dicen de que todos tenemos que leer de todo y a todas horas. ¿Por qué? ¿De dónde salen estas obligaciones? ¿Qué pasa? Detrás hay editoriales que tienen que ganar pasta. A nadie le importa en realidad que la gente lea. Los libros que mandan leer en las escuelas son penosos. ¡Joder! Si quieres enseñar a leer, al menos ponle al alumno cosas buenas. Después uno ya leerá por sí mismo. Existe un gran negocio detrás de lo que supuestamente tenemos que leer porque leer alimenta. No promueven la cultura por amor a la humanidad ni para hacer mejores nuestras vidas. Es negocio.

–¿Dentro de todo este negocio cómo se vive de la poesía?

–Puedes vivir haciendo recitales. Si hubiera continuado participando en recitales podría vivir de esto combinándolo con otras cosas. Vivir de poeta… Tienes que tener en cuenta una cosa: hasta que llegamos nosotros, el lumpen poético, los poetas eran de buena casa, algo que todavía pasa. La cúpula directiva de los poetas catalanes son hijos de gente bien. Miras los apellidos y ves que allí están todos. Después decimos de los hindúes, pero eso de las castas ocurre aquí también con los apellidos. De todas maneras, también se puede dar el caso de que aparezca otro Miguel Hernández, que era un pastor muy culto. Los medios para acceder a la cultura están ahí. Sólo hay que tener el interés. Y el destino, claro.

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–Quisiera que me dieras, para terminar, tu opinión de algunos poetas que no han aparecido en la conversación.

–Vale.

–Jacint Verdaguer

–Una bestia poética.

–Josep Pla.

–Un búnker.

–Salvador Espriu.

–Un hombre al que etiquetaron mal como creador por culpa de su poesía. Nunca supieron comprender su narrativa y su teatro. Sólo se fijaron en el rollo de su piel de toro y de su pena por los muertos y no en su crítica social. Es mucho mejor el Espriu narrador y dramaturgo que el poeta, al que intentaron convertir en una especie de mito que quiere que España esté unida y todas esas gilipolleces.

–Joan Alcover.

–Le he leído poco. Es un tipo de romanticismo que está bien, pero donde no acabo de entrar.

–Acabamos con uno que está vivo. Pere Gimferrer.

–Cuando me lo encuentro por el Paseo de Gracia me da miedo. Es un poeta que escribió unas poesías al principio que me gustaban, pero tampoco creo que esté al nivel de un Foix o un Verdaguer o un Ferrater.

–¿De los Setze Jutges quién era el más poeta de todos?

–En aquella época los oíamos todos los jóvenes, pero yo no era especialmente aficionada. Quizás Llach sea el más poeta. Pi de la Serra, también. No era muy melómana en aquella época, pero escuchaba lo que escuchaban mis compañeros. Hice porque me gustara Llach y, de hecho, sus primeras canciones me gustan. Cuando empezó a hacer de diva ya no me gusta. En cambio cuando parece más de pueblo y canta con la voz desnuda y no tan trabajada, me gusta mucho. Me emocionó de verdad después Jaume Sisa. Y Pau Riba. Los he escuchados de adulta y me gustan, son más surrealistas, más potentes. A los Setze Jutges los encontraba un poco ñoños. Dieron voz a una generación pero no me tocaron el alma.

Traducción: Hamed Enoichi

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