Últimamente y por influencia de un médico-cantante-presentador-showman (como se puede deducir me refiero al Gran Wyoming, que, además, no sé si son conscientes sus detractores del efecto rebote pero lo están haciendo cada vez más grande), cuando se dice lo del puto amo pensamos enseguida en Luis Bárcenas, el master & commander por excelencia si hablamos de corrupción de partidos, aunque otros muchos políticos (algunos quedan a salvo) han hecho méritos para ocupar un sitio a su lado en el podio de Les misérables. Pero no toca hoy despotricar contra Bárcenas y su estrategia de readmisión en el PP, para mi gusto un tema algo trillado y más que dará de sí cuando saque a la luz el material guardado con el que amenaza, si es que lo tiene y se aguanta las ganas de tirárselo a los pies al juez. El puto amo del que quiero hablar es un hombre que camina emulando a John Wayne, que es obvio que odia las corbatas, se arremanga hasta los codos como si cada vez que sale de casa fuera para salvar vidas, y por si quedan dudas de quién es doy la pista de que, con la coleta floja, proclama a los cuatro vientos que llegará en nada a la Presidencia del Gobierno (no se cumplen los deseos con decirlos a voz en grito). Ahí queda eso. No ha salido humilde, qué va. No hay ambición que le llegue, ahora que su estrenado partido ha conseguido ser llave del poder, cuando hace un suspiro de viento ni estaban inscritos en el registro de partidos oficiales y flamantes.

Se diría que en la cabeza se les inflan venas con proclamas utópicas a quienes toman posesión de un atril y un micrófono para hablarle de política al pueblo llano, con actuaciones que, y perdónenme sus acólitos, a veces no están a la altura de lo que se espera de un ser bien pensante. Todo mi respeto tiene Pablo Iglesias como persona y como político en alza, hasta ahí podíamos llegar. Lo que no me queda claro es que alguien de su inteligencia y recorrido académico y docente llegue a creer de verdad, de verdad de la buena, que los votantes españoles, y de izquierdas para más señas, vayan a votar un programa que no se ajusta a la dura realidad que soportamos como podemos. Como podemos, señor Iglesias. Cuesta llegar a fin de mes, el que lo logra, y usted lo sabe bien. Les habla a la clase media y a la menos favorecida, no a los ricos, y por tanto es absurdo proponerles currar menos y jubilarse antes. ¡Qué más quisiéramos, vive Dios! La cuenta de la vieja mismo sirve para desmontar algunas de sus propuestas electorales. Que no, que no puede ser, que no está usted en condiciones de darle alas a un sueño que queda lejos, que tal y como está la pirámide demográfica proponer eso es engañar a los ciudadanos. Y en cuanto a la renta básica, otro de sus pilares electoralistas (los votantes indignados se agarran a quimeras y usted se aprovecha), dicen ustedes que pretenden financiarlo «a través de una reforma progresiva del IRPF y de la lucha contra el fraude fiscal». Reforma ¿progresiva? ¿Para cuándo recaudará ese dinero? No es muy concreto decir tal cosa cuando el ciudadano es ahora cuando necesita ayuda, porque de aquí a un tiempo (el que ustedes se tomarían para implementar sus medidas), quién sabe cómo estarán las cosas. Cierto es que he visto que Pedro Sánchez ha anunciado un «ingreso mínimo vital», un eufemismo de la renta básica, que el PSOE cuantifica en 6.500 millones de euros al año. Números, algo es algo, pero sigue estando la cosa muy confusa.

Hágase un favor (háganoslo a todos) y piense antes de hablar, reflexione, haga números que la gente entienda (mejor no darlos para no pillarse los dedos, lo sé, pero esto ya no funciona como antes), no divague, no eluda preguntas, no haga demagogia si acusa a los demás de hacerla, no sea un político al uso (ya que tanto le repatea) porque noviembre está a la vuelta de una esquina con arista muy fina y la gente no tiene ya cupo para más promesas infundadas e imposibles a ningún plazo. No queda sitio para mentiras ni siquiera por ganar votos.

Fíjese cómo Platón definió al hombre: «El cuerpo humano es el carruaje; el yo, el hombre que lo conduce; el pensamiento son las riendas, y los sentimientos los caballos». Tense un poco las riendas de su caballo, que lo lleva muy suelto, muy crecido para ser inexperto, o de aquí a noviembre verá a una yegua (léase, encuesta favorable que lo sitúa a las puertas de Moncloa) y se le desmanda, dejándolo en menos de nada tirado en la cuneta (las encuestas son solo eso, latidos de un momento puntual; lo de cumplir su programa, ya lo veremos. Y para muestra lo que dice Errejón en la entrevista que le hace Vanity Fair. Para alucinar).

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