Yo he sido futbolista durante mucho tiempo, aunque no el tiempo que se esperaba de un jugador con mi proyección. He de reconocer que me costó bien poco dejarlo. No es una decisión que se toma de un día para otro ni aun estando lesionado de gravedad. Cuando escucho o hablo con ex futbolistas, me sorprende que echen de menos la rutina del jugador profesional. Me parece incluso ingenuo. Es como llegar a los 80 años con miedo a morir: es antinatural. A medida que se avanza en la carrera, sin necesidad de un psicólogo ni de ningún tipo de loquero, el cerebro te prepara para la retirada. Como ya comenté en un post de mi blog personal (Cruzados Rotos): ¿la retirada es el descanso o la paz? .

No creo que muchos jugadores echen de menos tener molestias físicas durante toda la temporada. O la frustración de no terminar de explotar hasta donde uno cree que puede llegar. O, incluso, la condena de competir cada segundo con personas que de haberse conocido en otras circunstancias serían amigos más que compañeros. ¿Quién puede echar de menos llevar al cuerpo hasta el limite en el campo pero no ir a dar una vuelta con la pareja porque tienes que descansar? Durante un tiempo está bien, pero el futbolista tiene que escuchar a las personas que se jubilan después de muchos años trabajando; éstos suelen desear la jubilación con especial ilusión cuando ven que se acerca el momento y disponen de una salud aceptable para realizar otras actividades que por falta de tiempo han quedado para más tarde. Los futbolistas tienen una ventaja respecto a estos ancianos: siguen siendo jóvenes para hacer otras cosas  una vez colgadas las botas. Hablo de cosas como… ¡trabajar! Ya lo sé, el fútbol es un trabajo. Eso dirán algunos. Más bien, yo diría que es un juego bien remunerado. Pero se dice “jugar a fútbol”. De igual manera, vemos como hay chicos que ganan un dineral jugando a videojuegos en Youtube. ¿Dirías que esos es un trabajo? Yo tampoco.

¿Entonces, qué echa de menos el futbolista? Solemos decir que añoramos el compañerismo del vestuario. Realmente, es un falso recuerdo; ese compañerismo es más intenso en el recuerdo que en la realidad. Yo pregunto y me contestan que echan de menos la rutina, pero muchos de los que me han contestado eso, se han quejado más de una vez de la monotonía de los entrenos, los viajes en autocar, los hoteles, las mudanzas obligadas… ¿Qué añoran los futbolistas realmente? Cuando me responden que la pelota, el juego y todo eso, me recuerdan a los que afirman que con Franco estábamos mejor. Lo que estos señores quieren decir cuando se acuerdan del Caudillo es que quisieran volver a ser jóvenes. Por eso estaban mejor. Lógico: tenían como mínimo unos 40 años menos. Cualquier recuerdo de la juventud es mejor que el presente de la tercera edad.

Muchos futbolistas, creo, quisieran tener de nuevo 21 años, pero sabiendo lo que saben ahora. Está claro que eso no es posible: para saber lo que sabes has de pasar lo que has pasado. El consuelo que tenemos es que podemos escuchar a los ancianos y aprender cuando dicen que se arrepienten o que hubiesen disfrutado más en su momento. Hay una anécdota que se cuenta habitualmente en ciertas conferencias: a la gran mayoría de personas, a las puertas de la muerte, cuando se les pregunta qué hubieran hecho diferente en su vida suelen contestar que se habrían arriesgado más en ciertas situaciones. Hagamos cosas ahora con la intención de no arrepentirnos en un futuro. Pero es complicado porque la incertidumbre te obliga a guardar cierta prudencia, aunque, a la hora de la verdad, el día de mañana no es tan malo como lo imaginamos. Eso, al menos, es lo que sostiene el subdirector de Triodos Bank, Joan Melé, en su mítica conferencia Dinero y conciencia.

Tengo bastante claro qué es lo que añoran los futbolistas al retirarse. No es ni el compañerismo, ni los sueldos, ni la pelota, ni el día a día. ¿Qué es entonces? El ser tratados como privilegiados. Independientemente de la categoría en la que militen, necesitan que los ojos que les observan los cataloguen como superdotados deportivamente hablando. Son adictos a luchar por una recompensa semanal: la victoria. Al contrario que los estudiantes, quieren hacer muchos exámenes (esos son, sin duda, los partidos). Cuando dejas de jugar, todo eso desaparece. Desaparece que te pregunten por tu trabajo con ojos de admiración, el consabido “¿cómo habéis quedado?” que acompaña a cualquier jugador cuando viene de un partido. Preguntas provenientes incluso de personas a las que poco o nada les interesa el fútbol. Es un interés cordial que te hace creer que tu trabajo es realmente importante, cuando no deja de ser un juego que entretiene y distrae a mucha gente. Quizás echemos de menos entretener. Quizás echemos de menos el reconocimiento social, pero dudo que muchos jugadores se retiren con ganas de seguir jugando. Lo dudo mucho.

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