Las latas de cerveza de medio litro que venden los chinos por un euro y caben justo en el bolsillo de la cazadora. Las colas frente al cajero automático. Conducir borracho un par de kilómetros, asegurarse de poner todos los intermitentes y tardar veinte minutos en aparcar. Haber sobrevivido durante treinta horas con un café y cuatro o cinco galletas de cuando era imposible adivinar todo esto, de cuando no había ningún plan, de cuando esta noche había cosas que hacer. Esquivar al camarero que no quiere que saques la copa a la calle. “Tío, digan lo que digan Los Planetas van a molar siempre”. “Me lo comería, pero no me he lavado los dientes desde hace siete horas”. Las laberínticas calles entre la Gran Vía y Noviciado: incognoscibles, interminables, desplegables. No les gusta lo que se meten, les gusta el sainete de hacer la llamada y las romerías hasta el baño. La batería del móvil terminándose. “Ven, que te presento a mi amiga”. Como sigamos bailando así nos echan. ¿Y tú, escribes? Más bien no. Ah, yo sé lo que haces, sí, te he leído, me mola mucho, espero que te importe esto que te digo, me gustó aquello que hiciste, esto que te digo es lo más importante que has oído nunca. Vamos a pillar un kebab a medias. “Me niego a ir a un sitio donde cobren por entrar”. Aquí sólo hay calvos. Por fin suenan Los Planetas, joder, esto es un himno. Llevar todo el día bebiendo, la compañía es soportable, el asfalto se está derritiendo, es junio en Madrid, ponte manga corta o te asfixias. Tenemos que ir todos juntos a la playa. El mundo está hecho para ti y para mí y ellos, los hijos de puta, se lo están cargando. En Madrid todavía no han puesto la playa, pero es cuestión de tiempo. Vente, vámonos de este sitio que tienes las manos muy bonitas. No me puedo apuntar tu número porque esto se ha apagado, pero seguro que mañana me acuerdo, seguro que mañana quieres que me acuerde, seguro que mañana todo será igual. Es muy pronto para que te vayas a casa, te invito a una y ya te vas: esos pies pequeños son femeninos. Todavía nos dura la resaca de hace dos días. “Mira cómo se yergue ese edificio”. Nos pillamos unas latas y nos las bebemos en el sofá. No me mires el culo mientras subimos. ¿Es que no les da vergüenza a esos críos ir de mods? Ya verás mañana cómo estamos. Pues justo en este portal vivía ella, no sé si sigue. ¿Te acuerdas de Daniel el de Stone Junction? Qué guay que tengas tocadiscos. Vamos para allá, que pinchan cosas decentes. ¿A ti también te molan Big Star? Intento irme temprano de Lavapiés. “He pasado mucho tiempo tratando de buscar una definición técnica para eso que llaman la Hora Mágica y ahí va:” No sé dónde se han metido, pero ya no creo que los encontremos. La verdad, a mí me parece que no hay ningún problema en tener diez años menos que tú. Estamos así desde las doce de la mañana. Menuda burocracia absurda, la universidad, tirar los años en los que menos resaca tienes, en los que siempre se te levanta, en un revuelo de correos electrónicos y exámenes. Bebe tres vasos de agua antes de acostarte. Qué buena está la novia de García-Alix. “Pues es el momento del día en el que todavía hay luz natural pero el Sol ya está oculto”. Esta noche he conocido a un chico que se apellidaba Mary Chain y a una chica que se apellidaba Bauhaus: eran gallegos. Yo soy fascista pero honrado. Estoy harto de que siempre sea lo mismo, a mí me van más los planes tranquilos. Qué putada tener que esperar al metro. ¿Es que no les da vergüenza a esos viejos ir de mods? El otro día me di un golpe y no sé cómo.

Y siempre una pregunta chisporroteando como un neón estropeado dentro de mi cabeza: ¿de dónde sacáis la energía para todo lo demás?

 

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