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Uno de los errores más comunes es el mal uso de los términos empleados para referirse a los piratas de la zona caribeña. Pirata, bucanero, filibustero y corsario muchas veces se utilizan como sinónimos cuando en realidad cada uno tiene un origen y un significado distintos. Pirata es un término genérico dedicado a cualquiera que ejercía el pillaje en el mar en cualquier época y lugar; corsario es una versión legalizada del pirata, y bucanero y filibustero son términos relacionados exclusivamente con la piratería en América.

Filibusteros, corsarios, bucaneros… todos ellos fueron los responsables de ataques a buques cargados de tesoros que volvían a España. Los éxitos y la audacia propia de hombres sin temor, de proscritos sin patria, junto a la interesada ayuda de gobiernos, les llevó posteriormente a ofensiva contra plazas fuertes y puertos. Por todo ello fueron mundialmente conocidos. Tan reales como diferentes porque, si bien tenían la misma “ocupación”, pueden observarse evidentes diferencias entre ambos.

Los bucaneros eran colonos de diversas nacionalidades pero en su inmensa mayoría eran franceses, aunque también encontramos ingleses y holandeses.

Esta gente aparece a partir de 1605 y se asienta en la región noroccidental de La Española. Se dedicaban a la caza de puercos cimarrones (cerdos salvajes) y al contrabando de carne ahumada en el boucan, una parrilla de troncos verdes. Es de este método de asar carne de donde proviene su nombre. Esta carne que vendían era muy apreciada como provisión para los barcos del Caribe porque tenía una gran calidad de conservación, lo que venía de lujo para las largas travesías y el insoportable calor.

Los bucaniers fueron expulsados por los españoles de La Española porque con el contrabando le quitaba dinero a la Corona. Esto provocó que se unieran y replegaran en la Isla Tortuga. Los españoles invadieron la isla en 1638 y dieron muerte a cerca de 300 bucaneros. Lo que los españoles no sabían era que una buena parte de estos hombres estaban cazando ese día fuera de la isla. Al regresar y ver la masacre que habían realizado los españoles, juraron venganza sobre los cuerpos de sus hermanos caídos y fundaron la primera sociedad libre del mundo (aún antes de la Revolución Francesa) conocida como la Cofradía de los Hermanos de la Costa. Al tomar conciencia los bucaneros de que los españoles se negaban en rotundidad a que ejercieran el contrabando, fueron expulsados también de Tortuga. Fue entonces cuando buscaron un negocio más lucrativo y enriquecedor: la piratería. Se organizan y es entonces cuando se inicia un proceso en el cual los bucaneros fueron siendo asimilados por sus compañeros más organizados, los filibusteros.

El nombre de filibustero es de origen inglés aunque proviene del holandés Vrij Buiter (el que va a la captura del botín) que en inglés se escribe freebooter. Con este nombre se designaba a muchos de los piratas del mar de las Antillas en el siglo XVII, en especial a los ingleses y holandeses. Los filibusteros solían atacar poblaciones costeras y, alguna vez, aunque no solía ser común, a los propios barcos. Esta era la principal diferencia con sus parientes los bucaneros, cuyo oficio sí que era el abordar barcos.

Al igual que sus hermanos bucaneros, los filibusteros tuvieron su base en la isla Tortuga. Más tarde, tras la conquista de Jamaica por los ingleses, los filibusteros de esa nacionalidad empezaron a ocupar la isla bajo la tutela de las autoridades inglesas, lo que convirtió a Jamaica junto a Tortuga en una base filibustera.

En los siguientes años, los filibusteros ejercieron de corsarios en numerosas ocasiones en beneficio de Francia e Inglaterra. Poco a poco Tortuga y Jamaica se fueron convirtiendo en colonias de esos países respectivamente. A las naciones europeas, una vez consiguieron romper el monopolio español sobre América, ya no les interesaba propiciar el incontrolable fenómeno de la piratería por lo que, finalmente y tras varias estrategias, consiguieron acabar con los filibusteros convirtiéndolos en honorables colonos. Uno de los filibusteros más famosos fue el galés Henry Morgan, cuya hazaña más exitosa fue el asalto a Panamá en 1671.

Por otro lado tenemos a los corsarios. A estos marinos se les concedía lo que se denominaba como Patente de Corso, que les autorizaba en nombre de sus gobernadores o monarcas a asaltar embarcaciones de naciones enemigas (principalmente España, en aquella época) a favor de la nación a la que representaban. En la práctica, es difícil determinar dónde empieza la piratería y dónde termina el corso, dado que el individuo podía ser considerado corsario por sus compatriotas y pirata por los enemigos. Este es el caso de Sir Francis Drake, del que hablaremos en entregas posteriores. Al estar respaldados por la Corona de sus respectivas metrópolis, los corsarios solo se quedaban con una parte del botín, pero a cambio ganaban una cierta “legalidad” que les permitía, al menos, no ser atacados por los barcos de una nación.

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