Tengo un amigo que nació en Catalunya pero que se siente profundamente español. Lo conocí en la universidad y es una de las grandes amistades de mi vida; de esas que duran toda la vida y de las que aprendes en cada conversación. Como Lorca, se siente español hasta el tuétano y, como Lorca, está más cerca de él el chino bueno que el español malo. No he conocido a nadie tan respetuoso con otras culturas y religiones. A alguien tan curioso en las mismas.

Mi amigo sabe de literatura castellana mucho más que la mayoría de la gente que veo por este país; así como de cine, arte y, por supuesto, Historia. Siempre hablo de estos temas con mi amigo y pasamos horas y horas de conversaciones con copas de licor y voz gentil.

Sabe muchísimo de historia de España, pero de toda la historia de España y no reniega de sus sombras ni alaba en exceso sus luces; y no cree que Al-Andalus sea, ni mucho menos, una de sus sombras; y podría hablaros de Al-Andalus hasta extasiaros. Su idea religiosa de España no es homogénea como la de los Reyes Católicos, ni su idea de Estado es centralista como la España borbónica y el Decreto de Nueva Planta. Se siente profundamente cristiano, pero no de los del cerrojo y la Inquisición. No cree en la imposición moral, cree en las enseñanzas de Cristo y cree, profundamente, en el Apóstol Santiago, el cual siempre lleva encima y al que se encomienda casi cada noche. Aún así, sabe que el término «reconquista» es falso y lo llama «cruzada», que es lo que realmente fue.

Si España fuese un traje, a mi amigo le sienta de maravilla, y no se rompe al agacharse ni anda encorsetado. Si fuese una colonia, en su piel olería a ambrosía y no a rancio. Se siente profundamente español pero no huele a rancio como la mayoría de nacionalistas que conozco, lo que me hace pensar que no es la nacionalidad la rancia, sino las personas; y bien cierto es que la derecha se agenció la idea de España y la religión, pero la mayoría sigue esa idea de España y no ven más que esa idea de España, que, aunque parezca mentira, no dista mucho de la España de Campofrío. A mi amigo no le dejan ser español ni en Catalunya, ni fuera de Catalunya.

Conversábamos mucho. Pensábamos que no debería decirse «idioma español» para referirse al castellano. El idioma español debería ser una matrioska donde caben todas las lenguas del Estado español: castellano, catalán, euskera, gallego… Decir «habla en español, que estás en España», además de chabacano, quiere decir: eres súbdito de Castilla. Habla castellano.

Todas las otras lenguas también son españolas. No sólo el castellano. Como decía Anaïs Nin: «No vemos las cosas como son. Las vemos como somos». Quizás por eso se le insultaba a Piqué por dar el pésame a Tito Vilanova en catalán. Y quizás por eso también ese puñetazo de la señora a Pere Navarro, que está en contra de la independencia. Pero quizás todo esto ya sea demasiado tarde. Como decía Kafka: «A partir de cierto punto no hay retorno. Este es el punto que hay que alcanzar». Y Catalunya ya ha pasado ese punto de no retorno.

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