Lolo Sainz

El diccionario de la Real Academia define la palabra mito como “persona o cosa rodeada de extraordinaria admiración y estima”. Dentro de esas características se puede enmarcar al siguiente protagonista: Lolo Sainz. Es, quizá, uno de los tres entrenadores de básquet más influyentes en el deporte de la canasta patrio, junto a Pedro Ferrándiz y Antonio Díaz-Miguel. Sus éxitos decoran las estanterías de su casa de Pozuelo, a la vez que brillan en su currículum vitae. La hemeroteca da fe de todos ellos, por lo que sólo conviene recordar su pasado como jugador del Real Madrid y técnico del conjunto blanco, del Joventut de Badalona y de la selección española.

Manuel Sainz Márquez nació en Tetuán porque su padre trabajaba en la oficina de Banesto de la capital del Protectorado español de Marruecos. El 28 de agosto de 2016 soplará sus 76 velas. De pequeño quería ser piloto, lo intentó como estudiante de Obras Públicas y Economía, pero lo suyo eran los banquillos de baloncesto. De oído fino y buen yantar, gusta de escuchar a Plácido Domingo, todo tipo de música clásica, a los Beatles e incluso hubo una época en la que se atrevió con Michael Jackson. También se considera fan de la actriz Kim Novak, la que fuera musa de Alfred Hitchcock. Casado con la catalana Marita Merigó, tiene tres hijos (Daniel, Sergio y Emma). Las raíces de su esposa le hacen ser un amante de la Costa Brava (tiene casa en la localidad gerundense de Llançà), así como del pa amb tomàquet y la butifarra y de todo tipo de marisco. Sevillista confeso, tuvo sus piques dialécticos con el investigado presidente de la FEB, José Luis Sáez, bético hasta la médula.

Sus inicios en el deporte iban encaminados al fútbol, donde jugaba como portero, pero según cuenta él mismo en varias entrevistas, prefirió cambiar de rumbo porque una vez le metieron “nueve goles” en un partido. El hecho de estudiar en el extinto Ateneo Politécnico de la Prospe, donde en el patio del colegio sólo cabía una pista de baloncesto, hizo el resto. A partir de ahí comenzó a dar sus primeros botes con el balón naranja y a sembrar su futuro como jugador. Hubo una figura capital en la carrera de Sainz: Pedro Ferrándiz. El entrenador alicantino se fijó en él estando en el Hesperia (filial del plantel madridista) y lo reclutó para el primer equipo cuando había cumplido la mayoría de edad. Además, lo reconvirtió en base porque iba destinado a jugar como alero anotador. Posteriormente, el casi nonagenario técnico fue quien le cedió la pizarra del banquillo madridista cuando el de Alicante decidió renunciar a su cargo en 1975. Siendo todavía jugador, Lolo fue el capitán del conjunto blanco que levantó al cielo de Lyon la cuarta Copa de Europa en 1968 frente al Sparta de Brno.

Ya como técnico, Sainz fue el único que dirigió a Drazen Petrovic en el Real Madrid. Ahí sacó sus dotes de gran gestor de grupos porque tuvo que lidiar con el genio de Sibenik y con la furia de Fernando Martín. A fe de los éxitos que obtuvo aquel equipo, consiguió que dos de los egos más demoledores del básquet continental en aquel momento pudieran convivir dentro de una misma plantilla. De hecho, no dio dotes de mando a ninguno de los dos. Tan sólo cedió en sus ideales en la final de la Recopa de 1989, aquella que los de la capital de España ganaron al Snaidero de Caserta con 62 puntos de Petrovic invalidando los 44 del brasileño Oscar Schmidt. Tomó el entrenador canoso la decisión de desatar al croata porque Martín estaba lesionado en una mano y no podía ayudar al equipo. Lolo nunca ha sido partidario de las dictaduras sino de la mano izquierda (aunque él se considere de derechas). Su gran experiencia en liderar grupos (45 años en el mundo del baloncesto) le ha valido para que en la actualidad sea conferenciante de la empresa Thinking Heads como experto en gestión de equipos y liderazgo. La lealtad y el espíritu colectivo son su biblia vital y así lo ha plasmado en toda su carrera. Por estos motivos y por todos sus logros es candidato a entrar en el Basketball Hall of Fame de Boston, donde podría compartir hueco con Pedro Ferrándiz y Antonio Díaz-Miguel. De igual manera, puede presumir que, aun siendo entrenador y no directivo, estampara su firma en el acto de la constitución de la ACB como Liga, ya que en sus inicios se permitía asistir a las asambleas a técnicos y directivos.

Lolo

Del carácter simpático de Sainz han hablado muchos de los que fueron sus jugadores. Chechu Biriukov cuenta que cuando fichó por el Real Madrid, Lolo le dijo: “Chaval, aquí se toma agua, cerveza o vino. Pero la mierda esa americana no se toma [en referencia a la Coca-Cola]”. “¿Cerveza y vino? ¿Con el entrenador? ¡En Rusia no podías beber nada porque eras un alcohólico!”, cuenta el ex escolta blanco. La mayoría de profesionales con los que el preparador de Tetuán ha compartido vestuario lo califican como uno de los grandes gracias a su concepto de baloncesto. El viejo entrenador era partidario de jugar a posesiones cortas y correr el contraataque, idea muy similar a la que imprime ahora el actual timonel madridista, Pablo Laso. El otro punto fuerte de Manuel Sainz Márquez era su poder de convicción. Uno de los ejemplos más claros es el de Juan Antonio Corbalán, que apuntaba maneras como alero, pero acabó siendo uno de los mejores bases europeos de la época. De él Lolo dijo: “Puede ser base, habrá que enseñarle a que no la chupe tanto y pase la bola”.

Pude compartir mesa y mantel (aunque alejado de su presencia porque yo estaba en la otra punta de la comida) en la presentación de la Liga LEB Oro en la temporada 1999-2000. Uno era un novato en las labores de juntar letras y el entonces seleccionador español lucía su nívea melena mientras desplegaba su verbo fácil con los asistentes al acto en Santiago de Compostela. Nervioso, me acerqué a él y le dije una cosa difícilmente olvidable: “Lolo, ¿puedo hacerle una pregunta?” A lo que me contestó sonriente: “Sí, claro”. Y yo, rojo como un tomate, le balbuceé: “¿Puede firmarme un autógrafo para mi madre? Se llama Fini y es fan suya”. El descojone de Sainz fue tremendo, pero muy simpáticamente me estampó su rúbrica en un papel. La mujer que me dio la vida no entiende de baloncesto, pero siempre le hizo gracia “ese señor de pelo blanco que entrena al Madrid”. Así que se lo debía. Posteriormente coincidimos en el avión de vuelta y ya no supe qué decir porque la realidad me mostró que los mitos dejan de serlo cuando los tienes delante y se muestran como son, personas.

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