«Siempre he sospechado que la amistad está sobrevalorada. Como los estudios universitarios, la muerte y las pollas largas. Los seres humanos elevamos ciertos tópicos a las alturas para esquivar la poca importancia de nuestras vidas. De ahí que la amistad aparezca representada como pactos de sangre, lealtades eternas e incluso mitificada como una variante del amor más profunda que el vulgar afecto de las parejas. No debe ser tan sólido el vínculo cuando la lista de amigos perdidos es siempre mayor que la de amigos conservados…»

David Trueba, Cuatro amigos

Tengo escrito este párrafo en unas de mis libretas de “frases bonitas”, a las que recurro de vez en cuando, por no decir casi cada semana, en busca de inspiración, un poco de verdad y desasosiego. En busca de aquellas palabras que no forman parte de mi día a día y que por ello, nunca consigo recordar. Palabras extraídas de los libros, los periódicos y la calle. Este párrafo de Cuatro Amigos, de David Trueba se ha convertido, a medida que han ido pasado los años, en uno de los leitmotiv que rige mi vida. Es una lástima que no la leyese en 1999, año de publicación de la novela, porque de ser sido así, todo me hubiese ido, posiblemente, mucho mejor.

No voy a quejarme: tengo algunos buenos amigos en los que puedo confiar si tengo un secreto de muerte, algunos buenos amigos para tomarme unas cervezas un miércoles después de salir de trabajar, un puñado de amigos para visitar alrededor del mundo y algunos otros que se limitan a merodear por mi alrededor sin que verdaderamente signifiquen nada en mi vida. Imagino que a todos nos pasa lo mismo.

La nostalgia, el recuerdo y el imaginario colectivo de la necesidad de tener una tonelada de amigos ha cuajado en una sociedad que detesta a la gran mayoría de las personas del alrededor. Seamos sinceros con nosotros mismos y procedamos a la selección de amistades señores, porque sólo entonces, seremos libres y dejaremos de perder el tiempo.

Imaginemos, sólo por un momento, que nuestra vida es finita, que podemos morir en cualquier momento. ¿Es que acaso queremos echar la mirada atrás y vernos tomando un café con una persona que no nos importa? ¿Alguien que ni fú ni fá? ¿Acaso no son importantes todos los segundos, minutos, horas y días de nuestra corta y finita existencia? ¿Qué estamos haciendo tomando un café, cerveza, gin tonic con personas que nos dan igual? Recapacitemos, la vida es demasiado corta para perder nuestro tiempo con amigos merodeadores que no nos aportan nada. Haced una lista y dejad de tomar refrigerios y combinados con individuos transparentes en vuestras vidas. Copón.

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