Sin duda, es un país especial. El 70 por ciento de la superficie de la tierra está cubierta de agua. Del 30 por ciento que es tierra, sólo un 10 por ciento está habitada por el hombre. Sin embargo, pese a esa escasa implantación humana, apenas hay rincones en el planeta libres de la presión, destrucción, contaminación o influencia humanas. Islandia es un oasis en un planeta en el que ya casi no quedan zonas ajenas a la mala influencia de la mano del hombre. Es una isla única y una de las pocas esperanzas de cambio en el rumbo de la especie dominante del planeta.

Islandia es una isla de algo más de 100.000 kilómetros cuadrados en el extremo noroeste de Europa. Alberga una población de algo más de 330.000 habitantes. Además, es el hogar de la mayor masa de hielo del mundo si excluimos los dos polos (glaciar de Vatnajökull) y de alrededor de 200 volcanes, algunos de ellos considerados como los más peligrosos del mundo. Esta característica geográfica es fruto de la actividad volcánica provocada por la presencia de la dorsal mesoatlántica (zona en la que se forma nueva corteza terrestre) en la confluencia de las placas eurasiática y norteamericana. Islandia se encuentra al borde del Círculo Polar Ártico, pero debido a la corriente del golfo su clima es mucho más moderado de lo que cabría esperar.

La mejor época para viajar a Islandia es entre mayo y octubre. En julio y agosto el clima es más benigno. Sin embargo los precios son más altos, por eso junio y septiembre son meses muy adecuados para recorrer la isla.

Nuestro recorrido por Islandia comienza en la capital, Reykjavik. Se trata de una ciudad moderna que se ha convertido en los últimos años en un destino de moda para pasar estancias cortas y fines de semana y cuya vida nocturna tiene muy buena fama. Reykjavik recibe visitantes todo el año y su ambiente abierto y vanguardia cultural son algunos de sus atractivos. Además, fue aquí donde se tomaron las decisiones que han llevado a Islandia por un camino totalmente diferente al del resto de Europa para afrontar la crisis financiera mundial. El resultado es que el país nórdico es el mejor situado para construir un futuro en el que se aleje el fantasma de otro abuso financiero y, además, su economía ya está saliendo de la crisis con éxito.

Seguiremos viaje para dar la famosa vuelta a la isla. Aunque la mayoría de visitantes dan la vuelta saliendo desde Reykjavik en dirección norte, nosotros iremos por el sur en dirección contraria a las agujas del reloj. Nuestro primer objetivo es recorrer los puntos de interés del denominado Golden Circle (círculo de oro). El primero es Thingvellir. Un lugar significativo desde el punto de vista humano ya que fue aquí donde nació el primer parlamento en la historia de la humanidad, el Althing, y con él un primitivo sistema democrático. Esto ocurrió en el año 930, tan sólo 56 inviernos después de la llegada del primer colono permanente desde Noruega, Ingólfur Arnarson. Otra razón que hace de Thingvellir un lugar clave es que es en este rincón del mapa donde la dorsal oceánica sale a la superficie de la tierra.

Siguiendo por el Golden Circle nos encontramos Geysir. Se trata de una explanada en la que se encuentran varios geisers y otras fuentes de agua caliente. Geysir es el más grande y el que da nombre a estos surtidores de agua a grandes temperaturas y alturas. Sin embargo, su hermano pequeño escupe vapor y agua cada cinco minutos como un reloj. Al final del recorrido está la catarata de Gullfoss, una de las más grandes y espectaculares del país.

Vatnajokull. Laguna glacial de Jokulsarlon

Seguimos viaje hacia el sur entre kilómetros y kilómetros de campos de lava. Formaciones caprichosas y retorcidas cubiertas de una capa verde. Al fondo, a un lado de la carretera, el mar. Al otro, las montañas, hogar de glaciares y volcanes. En estas llanuras nacen muchas de las leyendas de trolls, elfos o duendes que enriquecen la mitología islandesa. Pasando por las playas de arenas negras de Vik y los valles de colores de Thorsmork, llegaremos a las inmediaciones del parque nacional de Vatnajökull, el más grande de Europa y que alberga el glaciar del mismo nombre. El paisaje es extraordinario y hay multitud de rutas por las que realizar caminatas para todos los gustos. Svartifoss, otra de las cataratas más conocidas también está aquí.

Sin embargo, una de las actividades más aconsejables es una pequeña excursión por el glaciar. Caminar sobre el hielo, con la ayuda de crampones y un guía experimentado, es una experiencia increíble ya que bajo los pies hay agua helada de miles de años de antigüedad. Avanzando por la carretera que circunda la isla, la llamada Ring Road (carretera anillo), la única asfaltada fuera de las ciudades, se llega a la laguna de Jökulsárlón, en los límites del parque. Se trata de una masa de agua dejada por uno de los glaciares en retirada (formada tan sólo hace unos 75 años) en la que flotan numerosos témpanos de hielo, pequeños icebergs que a medida que se erosionan acaban saliendo al mar a través de un pequeño canal que conecta la laguna con el océano.

En el camino hacia los fiordos del este el paisaje va cambiando poco a poco, alternando el verde con el gris y el negro. Todos estos parajes evidencian la buena salud de la que aún disfruta la naturaleza en Islandia. A pesar de las amenazas, como la industria del aluminio, los islandeses se han cuestionado siempre hasta qué punto merece la pena poner en peligro su entorno. Como ejemplo de la pureza de su medio ambiente están las ovejas. Las hay por todas partes, muy lanudas. Su carne es un auténtico manjar en Islandia, con un sabor que nada tiene que ver con la carne de cordero de ningún otro lugar de Europa. Las razones son su aislamiento como subespecie y la pureza del agua y del aire de la isla, exentos de contaminantes. El este del país es el más deshabitado y el panorama sigue así hasta que la Ring Road desemboca en Akureyri. Es la capital del norte y una ciudad encantadora. Desde aquí, hay acceso a varias atracciones y puntos de interés, como el lago Myvatn y sus zonas de senderismo, termales y campos de fumarolas entre otros reclamos. También desde Akureyri hay acceso a la catarata de Godafoss, quizá la más bonita de la isla; a Husavik desde donde salen las excursiones en busca de ballenas, o a Siglufjördur, el pueblo y puerto más septentrional, más allá del paralelo 66, muy cerca del Círculo Polar Ártico.

Golden circle Gullfoss

Desde Akureyri viajamos hacia el oeste camino de los fiordos del noroeste y de la península de Saefellsnes. En esta península, el paisaje vuelve a mutar. Aquí encontramos playas doradas, glaciares en lo alto de las montañas y antiguos cráteres de volcanes ya extintos. Cabe destacar a los acantilados de roca volcánica de Hellnar, las montañas y el glaciar del parque de Snaefellsjökull y las arenales dorados de la costa de Arnarstapi, donde también hay colonias de focas.

En el último tramo de nuestro viaje pasaremos por Reykholt camino de Reykjiavik. Esta localidad presume de haber sido el hogar de uno de los escritores e historiadores islandeses más importantes. En el siglo XIII, aquí moró Snorri Sturluson. Este hombre escribió alguna de las Sagas (historias épicas nórdicas) más importantes de Islandia. Son escritos en lengua vikinga que los islandeses actuales son capaces de leer sin problema ya que el islandés de nuestros días se parece mucho al vikingo que se hablaba allá por el siglo X. En el lugar donde vivió Sturluson hay un museo que narra la historia de este escritor, autor de Heimskringla, una compilación de las andanzas de todos los reyes noruegos hasta la fecha. En ese museo hay un gran mapa de Europa en el que figuran Ibiza y Formentera. Sturluson menciona las campañas bélicas llevadas a cabo por el rey Sigurd, apodado como El Cruzado en España. Sigurd luchó y venció en sendas batallas en Formentera e Ibiza.

Y así damos la vuelta completa hasta regresar a Reykjavik. Nos vamos de este país espectacular con la certeza de que se puede vivir codo con codo con algunos de los fenómenos naturales más peligrosos y a la vez bellos, sin que eso signifique acabar con su belleza o integridad. Con respeto, respeto a su poder y a la intrínseca unión que todos los seres vivos tenemos con la naturaleza.

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