Jamás hubiera imaginado estar en la situación de poder expresar toda la rabia contenida y tener la oportunidad de escribirlo. Estamos y vivimos una época donde, por mucho que quieran maquillarlo, nos están llevando a situaciones que en muchas ocasiones son insostenibles. El ser humano tiene la capacidad de adaptarse al medio y a circunstancias adversas con bastante facilidad y en muchas ocasiones se sobrepasan los límites y se superan barreras impensables. Todo esto, cuando se comenta, se escribe, o se habla es doloroso, pero imaginad, cómo será cuando se vive y se sufre día tras día. Hablamos con bastante alegría, en muchas ocasiones, de todo lo que, en estos últimos años (sobre todo en los dos años y medio de gobierno del PP), estamos perdiendo en el ámbito social y sanitario, en esos servicios públicos que conocemos como Estado de Bienestar Social.

Entrar en detalles y enumerar todos y cada uno de los recursos perdidos y prácticamente irrecuperables es tan extenso que no habría posibilidad de expresarlo ni en diez artículos, pero la realidad que estamos viviendo sí merece hacer mención a necesidades básicas no atendidas. Esa situación la sufren las personas más vulnerables de nuestra sociedad, como es el colectivo de personas mayores de 65 años o los dependientes físicos y psíquicos; en definitiva, los que forman la parte más frágil de la sociedad.

¿Por qué está ocurriendo esto? Muy sencillo: por mucho que nos quieran convencer de que los recursos destinados a financiar las necesidades de estos colectivos no han sufrido recortes, la realidad es que estos recortes han sido drásticos, con el consiguiente tijeretazo de prestaciones básicas para estas personas. Los ejemplos de los servicios públicos son innumerables: han caído las financiaciones de medicación crónica, la ayuda a la dependencia, no se han creado tampoco nuevas infraestructuras, tampoco aumentan los centros de día y residencias sociosanitarias y, evidentemente, el mantenimiento de los equipamientos ya existentes es deficitario. Los Presupuestos Generales del Estado son los que en definitiva alimentan los ingresos de la Sanidad y no podemos olvidar que esas partidas las generamos nosotros, los ciudadanos, pagando los impuestos que conlleva formar parte de la sociedad en la que vivimos, una sociedad con derechos y también deberes.

De nuevo, la pregunta: ¿POR QUÉ ESTA OCURRIENDO ESTO? Porque en un escenario de «crisis económica global», pensar en proteger a la parte mas frágil de la sociedad es una quimera. Así oímos discursos de personajes públicos y no públicos que alegremente nos dicen que no es posible mantener este estatus porque cuando «todo es gratis» no sabemos valorar lo que tenemos y despilfarramos.

¿Lo dicen convencidos de lo que dicen o es un argumento de cara a la galería? Lo increíble es que se puedan decir cosas tan irresponsables, que las puedan decir quienes supuestamente están defendiendo y velando por los derechos fundamentales de la sociedad a la pertenecemos todos. Que lo digan quienes han sido elegidos en las urnas y por tanto se deben al puesto para el que han sido designados. Ese deber debería guiar en teoría las acciones de nuestros políticos, pero ya vemos que en la practica ocurre justamente lo contrario.

Es un despropósito pensar que vamos hacia un modelo social deshumanizado, pero es una realidad visible y tangible. Desde mi posición social y laboral, quiero expresar toda mi rabia e indignación y denunciar todas las injusticias sociales desde la primera hasta la última. Me encantaría que pudiéramos tener la capacidad de poder corregir todos y cada uno de los desequilibrios y poder estar orgullosos de pertenecer a una sociedad justa sin otros calificativos. Si hay equilibrio, las necesidades son menores, lo primario estaría cubierto y así podríamos tener cada uno de nosotros esa vida digna que a muchas personas se le está negando desde el poder político.

No es utopía, puede ser real. De hecho hay muchas sociedades que siguen viviendo en un Estado de Bienestar con total normalidad sin que tengan que ser advertidos por estar haciendo «mal uso» de lo que les pertenece. ¿Acaso son los gobernantes, muchos de ellos corruptos, con los que contamos los que están capacitados para decidir a quién, cuándo, cuánto y cómo se reparte lo que es de todos? Estamos demasiado callados para todo lo que hay que decir. Así pues, mucho animo y que no decaigan las ganas y las fuerzas para que podamos frenar el motor acelerado que se dirige hacia el abismo. La cima es muy alta y la caída puede ser estrepitosa.

Lourdes del Sol es médico de Atención Primaria y lleva tres décadas trabajando en centro sanitarios de la red pública de Euskadi, Extremadura y Balears, concretamente en Eivissa.

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