Te agradezco, TEXAS, haberte conocido, haberte vivido.

Agradezco que me hayas dejado penetrar en tu fuero interno, con tus órganos hechos de cortinas rojas, butacas color café, linternas verdes de petaca enfundadas en acomodadores con bolsillos repletos de monedas de 25 pesetas y máquinas rotatorias de películas de celuloide en una pequeña sala con papel de pared de colores pastel; y al lado de una ventanita, justo debajo del proyector, una fotografía en blanco y negro donde Chuck Norris y Bruce Lee danzan serios uno frente a otro.

Te agradezo, TEXAS, que susurrases al destino que mi abuela fuera parte de tu multiverso mágico durante más de 20 años. Que le propusieras, junto a mi tía, en mi más tierna infancia, poder influir en toda mi existencia cruzando, cogido de la mano, la doble puerta con sus ojos de pez que separaba el calor estival de una ciudad dormida y en obras, en centenares de mundos en los que me hacías partícipe.

Te agradezco haber experimentado contigo todo (o casi) por primera vez:

Mis primeras aventuras con mis amigos Mickey, Bocazas, data, Gordy… Mis correrías por mundos ocultos y ancestrales ataviado con sombrero y látigo recuperando dignidades teológicas a sus fieles. Conducir un DeLorean a más de 160 Km/hora y descubrir que nuestros padres tienen pasado. Aprender a controlar la fuerza, ese concepto zen y galáctico, en las entrañas de un halcón de hace mucho, mucho tiempo. Mis viajes a los lugares más exóticos de la tierra soltando chistes malos junto a las mujeres más preciosas con mi «walter ppk» bajo mi traje de seda italiana. Hacerme famoso cazando fantasmas en la ciudad donde más gente conozco: Nueva York…

He leído libros que me has propuesto, he hecho míos conceptos, ideas y frases (muchas frases) en Dolby Sorrund que has plasmado delante mío en un cinemascope granulado con algún pelillo vibratorio en la parte inferior derecha.

Miles de profesiones en mi espalda infantil: duro policía con pasado turbio, adolescente ladronzuelo de la edad media, joven aprendiz de artes marciales a velocidad exponencial, capitán de argonautas, guía del pueblo de Israel por el desierto, guerrero de otros tiempos con cuerpo de Míster Olímpia… en fin

He aprendido la importancia del amor, la amistad, la justicia, el valor… También el odio, la venganza y la lujuria.

Siempre fue un placer coleccionar cientos de pósters de películas «de reestreno, doble sesión continua» y verlas, la mayoría de veces, esas 14 sesiones a la semana que me correspondían.

¡Películas de reestreno! ¿Alguien recuerda ese concepto? Se perdió cuando el, en ocasiones, infernal progreso decidió «transformar» (eufemismo) el escenario de un clásico en un Blockbuster llamado Lauren Gracia

No clausuraron el último cine de Barcelona, sellaron tu boca. Rompieron mis sueños, cayó un altar y el último bastión de una manera de sentir las películas.

Creaste, TEXAS, un cinéfago, cinéfilo también, pero cinéfago. Un consumidor con ansias de pantalla.No soy escritor, no sé cómo expresar organicidad detrás de una pantalla en blanco. Sólo quiero darte las gracias. Solo quiero que sepas que alguien se sigue acordando de ti, y mientras alguien lo haga tu alma sigue inmortal (como Lambert).

¿Hablamos de cine?

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