Fotografía: Wikimedia Commons

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«Mira», dijo. «Mira entre la basura y las flores».

«Hay héroes en las algas».

Y entonces, la belleza. Y la pregunta. Una, dos y tres, y ochenta preguntas. Él sonríe. Le brillan los ojos. Carga con una bondad infinita, se le ve, allí, en la punta de las pestañas, en la comisura de los labios.

Arrugas en la cara. Como si la tuviera llena de grietas.

Arrugas como grietas.

Y le brilla el rostro. Casi insoportable, la luz. Pura, blanca. Pero de aquel blanco que lleva todos los colores, allí en el fondo de su corazón. Una luz que se derramaba, iluminando habitaciones, escenarios, cuevas y parques verdes de lilas.

Parques donde Marianne «se aferró a él como si fuera un crucifijo». Con la tranquilidad que le debía provocar el saberse caminando al lado de su mensajero.

¿Cómo muere un poeta?

¿Cómo muere un profeta?

¿Cómo es, cuando los versos eternos hablan ya con voz de muerto

Cicatriz.

Pero una cicatriz… «Una cicatriz es lo que ocurre cuando el mundo se vuelve carne viva».

El mundo, pues, en carne viva. El mundo temblando. El mundo encajando golpes. El mundo, débil, cansado.

«No tengas miedo de ser débil», le dijo al mundo. Con esa voz pausada. Con esos ojos de universo. «No te avergüences de estar cansado».

El mundo levanta la vista. Ojeras y manos secas y uñas sucias y pies fríos.

«No te avergüences de estar cansado. Parece como si pudieras seguir eternamente».

Y el mundo sonríe. Se siente poderoso.

Él, con un micrófono al que le tenía miedo, al principio, delante, habla a la eternidad. Grito de resistencia.

Pero no quiere una lucha.

«Quería una revolución en el corazón y no una confrontación, o una llamada a las armas, o a la defensa».

El amor. Amor, amor, amor.

Arrugas en la cara. Como si la tuviera llena de grietas.

Arrugas como grietas.

Y le brilla el rostro. ¿De dónde sale la luz? ¿De dónde brota tanta luz?

Amor. Es el amor. No una lucha, no una superación. Un trabajo, curtido, verdadero y puro y delicado y gélido.

Pero. Pero «el amor no es una marcha victoriosa».

Como encontrar la canción perfecta. Como cuando le dice a Dylan que le cuesta años escribir un tema que le hable con suficiente urgencia.

Todo ello, como el amor, «no es una marcha victoriosa. Es un frío y roto Aleluya».

Arrugas en la cara. Como si la tuviera llena de grietas.

Arrugas como grietas.

Y le brilla el rostro.

Y es poesía. Todo él. Es poesía.

«Estoy preparado para morir», dice.

Pero él es poesía. Y «la poesía es la evidencia de la vida».

Profeta, padre, mensajero, portador de luz.

Cicatriz de luz.

«Si tu vida se quema, poesía son tus cenizas».

Te quemas, Leonard. Te estás quemando. Te has quemado. Y hay lágrimas, como las tuyas propias, aquel 1972, en Jerusalén, cuando creías que no sentías lo suficiente al cantarle al público y te marchaste un momento.

Fuiste poesía y belleza aquel día. Es aquel momento.

Te has quemado, Leonard. Pero sigues aquí.

Arrugas en la cara. Como si la tuviera llena de grietas.

Arrugas como grietas.

Y le brilla el rostro.

Porque «hay una grieta en todo, así es como entra la luz».

Dedicat a n’Omar Talhouk

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