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Fue la primera noticia que vi ayer cuando encendí el ordenador de buena mañana. Me lamenté en mis adentros. No solo admiraba a la persona que acababa de fallecer, también me hubiera gustado entrevistarle. Estuve tentado de rebuscar en la red para encontrar una dirección de correo a la que escribir, pero las obligaciones del editor y mi anarquía personal lo fueron retrasando. La enfermedad que sufría este político y activista no perdonó y ya será imposible tener al otro lado de la grabadora a uno de los rostros más decentes que le quedaban al PSOE. Pedro Zerolo murió ayer a los 54 años por culpa de un cáncer de páncreas que nunca ocultó y contra el que luchó sin necesidad de apartarse de la vida pública. Jamás dejó aparcadas las luchas en las que siempre se involucró: sus luchas eran las luchas de todos. «Los homosexuales no somos orientaciones sexuales que vagamos por el espacio: somos sus hijos, sus hermanos, sus compañeros de grupo, sus colegas de partido…», exclamó en una ocasión este canario de Madrid.

Su discreta pero continua presencia en la vida pública de los últimos 20 años ha hecho infinitamente más por erradicar la homofobia que las horas que han acaparado en televisión muchos presentadores estrella que usan su tendencia sexual como excusa perfecta para ser los voceros de la frivolidad y el morbo. A Zerolo no le hizo falta chillar en el Sálvame ni bajarse los pantalones en Crónicas Marcianas. Se le veía lo justo por la tele y no asoció su cara a tertulias barriobajeras. Sin buscar la fama en momento alguno, dignificó a un colectivo aplastado por 40 años de represión dictatorial, que, aún hoy, tiene que soportar como propina de los tiempos en los que era un delito ser «vago o maleante» el buenismo que desprenden algunos demócratas que van por la vida con el pin de gay friendly en la solapa en busca de votos o turistas. No es la primera vez que nos referimos a ese pensamiento tan progre y tan hispano que presume de «tener amigos homosexuales» con una mano mientras utiliza la otra para enderezar al «hijo maricón» o la «hija bollera». Gracias a gente como Zerolo, la homofobia que antaño ocupaba cada centímetro de esta península (doy fe de ello, también he sido homófobo) se va retirando como si hubiéramos abierto las ventanas de un desván clausurado a cal y canto durante años para que el viento fuera desprendiendo las telarañas que se han acumulado sobre las verdades incómodas que allí fueron confinadas después de ser tratadas como trastos viejos e inútiles. Zerolo fue la cara que recibió las hostias de los nostálgicos de la dictadura y, tras la aprobación de la Ley que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo, empezó a ganar la partida. La igualdad era imparable en España.

No fue un trabajo solitario el suyo. Junto con otras muchas personas valientes (homosexuales, transexuales, bisexuales y heterosexuales, qué más da), Zerolo plantó los cimientos de la actual Federación Estatal de Gays, Lesbianas, Bisexuales y Transexuales, presidiendo la asociación pionera en la defensa de los derechos de todos aquellos a los que su alma les empuja a construir vidas y familias con fórmulas alternativas al binomio hombre-mujer. Para Zerolo nunca hubo tabúes. Cuando le atacó el bicho, lo llamó por su nombre. Cáncer. De páncreas, y ni siquiera la quimioterapia le doblegó. Al perder su cabellera rizada, protegió su rostro demacrado por la medicación con unas gafas redondas, como si recalcara su lado más trotskista y le gritara al mundo que él, nacido en Venezuela, hijo de exiliados políticos, seguiría siendo alegremente incómodo desde el exilio de la enfermedad. En estos últimos meses, aunque los titulares de sus entrevistas y apariciones públicas no escondieran el sufrimiento que le producía el cáncer, nunca perdió la sonrisa. Su alegre firmeza ya era marca personal. La utilizó para seguir hablando de decencia política, de república, de derechos sociales, de violencia de género o declarándose ateo, pero escuchando misa en la iglesia de Entrevías en la que ejerce de párroco su amigo Enrique de Castro.

No se llega a ser un hombre de consenso por casualidad. Su muerte ha levantado condolencias en todas las filas y colores políticos. Nunca le traté. Desconozco su carácter en las distancias cortas. No sé si eludía voluntariamente ser el foco de atención, pero desde mi condición subjetiva de ibicenco de Madrid, no tengo dudas de que el PSOE tuvo en Zerolo a un Tierno Galván 2.0. Ni su amiga Trinidad Jiménez ni Miguel Sebastián, Jaime Lissavetzky o el ínclito Carmona (la degeneración del alcaldable socialista a la capital del Estado) hacían sombra como político a un tipo que siempre actuó en segundo plano y se centró en una urbe madrileña que, si sigue siendo habitable tras 25 años de neoliberalismo dominante, es, en gran parte, por la pelea diaria de todos los zerolos que construyen ciudad, barrio a barrio, sin olvidarse nunca de la gente. De los nombrados, todos menos Carmona fueron ministros o secretarios de Estado antes de ser candidatos a la alcaldía de Madrid. Zerolo no pasó de concejal en la oposición. Está claro que en España son los mejores quienes llegan a los cargos públicos más importantes.

Es muy complicado que una persona de izquierdas sea referencia en un partido de centro (derecha) como el PSOE. Muy difícil que alguien que anteponga la democracia a sus intereses personales encabece una candidatura importante. Es imposible para un candidato con discurso y sin recursos ganar unas primarias contra un candidato apoyado por el aparato oficialista al completo. Quien lo niegue, miente.Basta ver qué le ocurrió a Pérez Tapias cuando intentó ser secretario general del Partido Socialista hace un año (es imprescindible la lectura de este artículo del filósofo granadino en El País para entender qué pensamiento incomoda en la dirección de un partido que se sigue vendiendo sin vergüenza como el referente de la izquierda española). Se tiene que ir todo al carajo en la federación madrileña para que Pedro Sánchez rescate a un sabio como Ángel Gabilondo y le encargue la misión de salvar los muebles en las urnas. Cada vez que alguien como Pedro Zerolo desaparece –vital o políticamente– de este gigante que se pasokiza, la pregunta es la siguiente: ¿Queda alguien de izquierdas en el Partido Socialista Obrero Español? Respondan ustedes mismos.

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