Al conocerse los resultados de las elecciones del 12 de abril de 1931, en las cuales ganaron los republicanos, el rey Alfonso XIII, abuelo de Juan Carlos I, decidió irse al exilio. Meses más tarde, por una Ley del 26 de noviembre de 1931, las Cortes, soberanas y legítimas, votadas por el pueblo español, acusaron de alta traición a Alfonso XIII por los abusos realizados durante su reinado:

«A todos los que la presente vieren y entendieren, sabed: Que las Cortes Constituyentes, en funciones de Soberanía Nacional, han aprobado el acta acusatoria contra don Alfonso de Borbón y Habsburgo-Lorena, dictando lo siguiente:

«Las Cortes Constituyentes declaran culpable de alta traición, como fórmula jurídica que resume todos los delitos del acta acusatoria, al que fue rey de España, quien, ejercitando los poderes de su magistratura contra la Constitución del Estado, ha cometido la más criminal violación del orden jurídico del país, y, en su consecuencia, el Tribunal soberano de la nación declara solemnemente fuera de la ley a don Alfonso de Borbón y Habsburgo-Lorena. Privado de la paz jurídica, cualquier ciudadano español podrá aprehender su persona si penetrase en territorio nacional.

Don Alfonso de Borbón será degradado de todas sus dignidades, derechos y títulos, que no podrá ostentar ni dentro ni fuera de España, de los cuales el pueblo español, por boca de sus representantes elegidos para votar las nuevas normas del Estado español, le declara decaído, sin que se pueda reivindicarlos jamás ni para él ni para sus sucesores.

De todos los bienes, derechos y acciones de su propiedad que se encuentren en territorio nacional se incautará, en su beneficio, el Estado, que dispondrá del uso conveniente que deba darles.

Esta sentencia, que aprueban las Cortes soberanas Constituyentes, después de publicada por el Gobierno de la República, será impresa y fijada en todos los ayuntamientos de España, y comunicada a los representantes diplomáticos de todos los países, así como a la Sociedad de Naciones».

En ejecución de esta sentencia, el Gobierno dictará las órdenes conducentes a su más exacto cumplimiento, al que coadyuvarán todos los ciudadanos, tribunales y autoridades»

Esta ley fue derogada por Franco en el año 1938 tras el golpe de Estado fascista contra el gobierno legítimo de la II República. Durante la Guerra Civil, Alfonso XIII apoya con fervor a los fascistas y se proclamaba como el «primer falangista» porque creía que tras el golpe de Estado vendría la restauración monárquica, pero no fue así. La restauración monárquica no vendría hasta después de la muerte de Franco, que así lo expresó en la Ley de Sucesión de 1947 (no era tonto, no). Alfonso XIII renuncio a la jefatura de la Casa Real, en 1941, a favor de su hijo Juan, que luego también renunciaría a sus derechos al trono, en 1977, en favor de Juan Carlos. Una de las primeras cosas que hizo Juan Carlos I, en 1980, siendo ya rey, fue traer los restos de su abuelo, enterrados en Roma, por el mismo camino que había tomado para exiliarse tras la proclamación de la II República. El pueblo legítimo y soberano echó a Alfonso XIII tras su reinado de tiranía y lo primero que hizo su nieto fue traerlo de vuelta, por el mismo camino, a modo de provocación.  A eso no se le llamó remover el pasado y abrir heridas, pero abrir fosas comunes para recuperar restos de fusilados por los fascistas y darles funerales dignos, que no ostentosos e imperiales como los de Alfonso XIII, sí.

No voy a entrar en si es legítimo o no el nombramiento de Juan Carlos I como jefe del Estado, que cada uno saque sus propias conclusiones, pero lo que sí que digo es que las manifestaciones de ayer para un referéndum y que no nos volviesen a imponer nada, fueron una chorrada. Nadie nos va a imponer nada. Si ahora gobierna el PP con mayoría absoluta y el PSOE sigue siendo el otro gran partido; y ambos son monárquicos y ambos son elegidos por el pueblo, nadie nos ha impuesto nada. Quizás sí nos lo impuso Franco, pero nosotros lo hemos permitido, año tras año, respaldándolo votando a partidos monárquicos. Como digo al principio del artículo, para acabar con la monarquía deben ganar partidos republicanos, y durante 40 años de pseudo democracia no han ganado y, aún, pese a la fuerza de los últimos tiempos, siguen siendo una minoría. Aunque no se lo crean.

Menos manifestaciones y más saber qué se vota.

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