Digo “¿qué pasa, nen?”, suelto castellanismos a punta pala y me cuesta una hora llegar a la Plaça Catalunya de Barcelona. Vivo y siento el extrarradio, lo detesto y lo admiro. Crece, se enorgullece y se sacude los estereotipos a base de verdades como puños. Lucha y se reafirma. Mi extrarradio me transmite calidez, confianza, infancia extremeña, andaluza. Me transmite bloques de pisos con viviendas de 60 metros cuadrados, me transmite, como si fuera ayer, los gritos de la Chari o la Mari por un patio de luces adornado con calcetines y camisetas del mercadillo. Todos los martes y sábados. Fiel al “tres bragas tres euros”. No se ven marcas, en el extrarradio, ni gafas de pasta, ni maletines, ni blanqueados dentales o flequillos imposibles. Se compra oro, Carnicería Toñi, Pescadería La Sardina, Modas Papparazzi, Peluquería Linoma (al revés, Manoli). Y tantos otros. Los Todo a 100 ya huelen a Oriente. La vida práctica (no) es un lío, Kase-O. Aquí no hay postureo, hay sinceridad. Y si no te gusta, me lo dices a la cara, nos vemos a la salida o dile al Jairo que baje.

Llegan las elecciones y con ellas, la sorpresa al barrio, o al balcón de la Generalitat. El extrarradio se ha subido al carro de Rivera. ¡No puede ser! ¿Qué ha pasado con el cinturón rojo? ¿Qué pasa con el flow Montilla, Chacón, Bosch o Corbacho? Nos llevamos las manos a la cabeza, pataleamos, blasfemamos, nos aturdimos. Los medios hacen análisis –o verborrea–, la gente se pregunta. En los núcleos duros independentistas nos echan un mal de ojo mientras nos tildan de catalanes de segunda. Los charnegos. La Catalunya charnega. La que le ha dado 25 escaños a Arrimadas. ¿Acaso esperabais otra cosa? No tenemos pedigrí, pero tenemos derecho a voto. Un toque de atención.

La campaña los ha dejado de lado. Nadie piensa en la Chari, la Mari o la Manoli. El Jose, el Antonio, la Yaiza o el Yerai. Sujetos descuartizados por un discurso político, el del independentismo, que no entienden, que no sienten, que no comparten. Buscan el desasosiego en un PSC que hinca las uñas en la pared para no resbalar, –la edad de oro ya pasó– pero no encuentran un líder que apele a sus preocupaciones de extrarradio. Más frecuencia de buses nocturnos desde la capital, la bajada del precio de las tarjetas de metro de 2 y 3 zonas, más sensibilidad, más acciones y menos palabrería barata.

El extrarradio se escribe con C de Ciutadans desde hace una semana. El cinturón rojo se convierte (para pesar de muchos y el mío propio) en la marea naranja, tal y como vaticinó Rivera en un mitin en L’Hospitalet. Es el daño colateral de polarizar una campaña electoral, señor Mas. ¿Acaso alguien pensaba que la maltratada área metropolitana respondería con suspiros amorosos a Junts pel Sí? ¿Acaso alguien pensaba que se puede jugar con la ilusión y apelar a la Historia y la confianza de aquellos votos apretados por una crisis sin fin? ¿Acaso pensaba alguien que podrían conquistar los votos con utopías obreras? Los metropolitanos han hablado claro, quizás demasiado. Habrá que ponerse las pilas para las Generales, coger el cercanías y hacer campaña de verdad.

Postdata: En este artículo no se usa la palabra ‘charnego’ con un significado negativo, sino como una reivindicación.

Fotografía: Carlos Delgado 

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