Ülle Sillasoo, arqueólogo alemán, a través del estudio de más de 20.000 imágenes pictóricas medievales, estructuró una lista de las plantas que salían representadas y en qué lugares (cementerios, prados, castillos, imágenes religiosas) aparecían con mayor proporción. Sillasoo concluyó con que para poder descubrir la historia cultural de las plantas a finales de la Edad Media era prácticamente indispensable utilizar las evidencias pictóricas, que si bien no son al cien por cien fiables, sí que pueden darnos una muestra de la botánica de la época. El propio tipo de contexto de las fuentes puede determinar qué tipo de información puede ser obtenida. Sillasoo, a través de excavaciones en la zona comprobó como muchas de las plantas representadas en los cuadros medievales coincidían, lo cual era irrefutable que las fuentes pictóricas eran de gran ayuda en la arqueobotánica. A continuación vemos una tabla donde Sillasoo recoge el total de especies recogidas y documentadas en las obras pictóricas, así como si su contexto es o no natural:

 

gráfico.

Otra rama que nos viene bien para poder arrojar luz a la brujería es la arqueología experimental, aunque vista desde un punto de perspectiva muy poco habitual: la experimentación con los ungüentos y brebajes en personas. En Zugarramurdi por ejemplo, aún hay tradición de mujeres que sanan a través de las plantas de la zona, el problema es que no son plantas psicoactivas ni venenosas, al menos en principio. No por ello no podemos dejar de establecer una relación con los sucesos que acontecieron en este enclave navarro en 1610 con muerte de casi una decena de hombres y mujeres, aunque la Inquisición de Logroño, con Alonso de Salazar a la cabeza, perdonó al resto ante la falta de pruebas. Más bien parecía una riña de vecinos que una acusación real. Recordemos que medicina natural y brujería estaban estrechamente relacionadas y a la vez mal vista por una Iglesia que quería quemar todo vestigio de una tradición pagana.<

A finales del siglo XIX y principios del XX nos encontramos con autores que experimentan con ungüentos y pócimas para poder corroborar sus tesis. Michael Harner, antropólogo en la Academia de Ciencias de Nueva York, recoge una serie de experimentos realizados durante esta época donde se pone de manifiesto la capacidad de estos ungüentos para afectar la mente, confirmando así las palabras de las antiguas “brujas”. Señala que a finales del siglo XIX, Kiesewetter, un estudioso alemán, influenciado por las descripciones de varios de los autores mencionados anteriormente, realizó una práctica con un ungüento de fabricación propia a partir de las recetas de antaño y tras frotarse con él tuvo la sensación de volar en espiral. En el siglo XX, Peuckert, profesor en Göttingen, Alemania, hizo lo mismo partiendo de una fórmula del siglo XVII. Junto con un grupo de voluntarios, se aplicó la untura en zonas sensibles, como las axilas o la frente. Su informe sostiene que tuvieron un “sueño de veinticuatro horas, donde soñaban con carreras salvajes, frenéticos bailes y otras aventuras horripilantes del tipo de las orgías medievales”. Finalmente, un experimento llevado a cabo hacia la mitad de los años cincuenta del siglo XX por G. Shenk resulta bastante significativo. En este caso no se trata de ningún tipo de untura, sino del humo de las semillas del beleño. Los alcaloides de esta planta producen en el intoxicado una sensación de gran ligereza y, prácticamente, de vuelo. El sujeto se siente como ingrávido, extremadamente ligero de peso, tanto que cree firmemente que puede volar por los aires. En su experiencia, G. Schenk relata mareos, temblores y una “sensación de que los pies me pesaban cada vez menos, dilatándose y separándose del cuerpo. Las distintas partes del cuerpo se me iban separando yéndose por las suyas. La cabeza iba agrandándose por su cuenta y me invadió el miedo de que acabaría partiéndome. Al mismo tiempo, tuve la embriagadora sensación de que volaba. La aterradora certidumbre de que llegaba a mi fin porque el cuerpo se me iba disolviendo, estaba contrarrestada por el gozo del animal de que volaba. Me elevaba hacia donde daban vertiginosas vueltas las alucinaciones que iba teniendo: nubes, el cielo que bajaba, rebaños de bestias, hojas que caían que poco tenían que ver con las hojas comunes, turbulentas humaredas de vapor y ríos de metal fundido”.

 imagen brujasCon todo esto, queremos decir que en este trabajo la arqueología experimental, definida como la reproducción de técnicas de experimentación para obtener datos que puedan corroborar o ayudar a entender una época pasada nos puede ser muy útil, cogemos las recetas de las fuentes y, en un entorno de seguridad y sabiendo con el tipo de plantas (peligrosas) con las que se trabaja, poder establecer si lo que dicen las fuentes se puede corroborar de una manera científica a través de esos materiales citados. En este aspecto sí que hay trabajos hechos y estudios realizados que pueden sumarse al estudio a través de la excavación de las zonas donde podrían encontrarse plantas de este tipo (monte del Macho Cabrío, Zugarramurdi). En dicho monte, se podrían realizar pruebas a través del estudio de fitolitos, que podrían arrojar luz sobre la estrecha relación entre medicina y brujería que había por la zona vasca durante la Edad Moderna.

Los restos botánicos recuperados en zonas como Salem o Zugarramurdi pueden constituir una fuente de información acerca de diversos aspectos de las actividades sociales y ceremoniales o rituales. El análisis de fitolitos es una de las técnicas arqueobotánicas usadas en la identificación de restos vegetales en contextos arqueológicos. Con suerte, se podrían recuperar fitolitos en las muestras de suelos de estas zonas que evidenciasen el uso de algún tipo de planta de este tipo.

Hablemos ahora un poco de la problemática que hay a raíz de la matanza que se produjo en Salem a finales del siglo XVII. Los síntomas que padecían las personas embrujadas parece ser que fueron resultado, según estudios realizados por Linnda Caporoel en 1976 y por el historiador Maria Matossian en 1982, por la ingestión cornezuelo del centeno, un hongo endémico de esta planta que se reproduce cuando el centeno no está bien secado a la hora de darle un uso práctico para la alimentación. Todos los síntomas (alucinación, contracciones musculares, delirio, psicosis…) parecen indicar de una forma rigurosa que el brote de histeria colectiva pudo haberse desatado a causa del hongo. Caporael también observa la abundancia de centeno en la región así como las condiciones de clima, perfectas para la proliferación del hongo. Esto nos demuestra aún más que las plantas psicoactivas podrían ser la causa de la caza de brujas obsesiva de la Época Moderna. En nuestra opinión, a través de la excavación de zonas de cultivo, llegando hasta el estrato donde se cometió la caza de brujas de Salem, a través del estudio de carbones o fitolitos, sería bastante probable que pudiésemos encontrar restos de centeno y observar si realmente hallaríamos el cornezuelo, son trabajos que aún no se han realizado, bien por falta de interés, o por falta de personal especializado en realizar este tipo de experimentos.

En la siguiente entrega haremos un recopilatorio de plantas brujeriles que podemos encontrar en cualquier monte de nuestra geografía. No os la perdáis y cerrad las ventanas esta noche.

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información. ACEPTAR

Aviso de cookies