«Si sigue lloviendo el dique se va a quebrar»

Led Zepellin

Esta semana, en Lima, Perú, se reúnen los miembros de la Organización de Naciones Unidas (ONU) para promover, de una vez por todas, compromisos reales y vinculantes que ayuden a reducir las emisiones de dióxido de carbono (CO2). Según informa el diario El País, esta es la vigésima reunión de lo que se conoce como La Convención Marco de las Naciones Unidas, cuyo objetivo es “reforzar la conciencia pública, a escala mundial, de los problemas relacionados con el cambio climático”.

A ver si logramos comprender el origen de estas conferencias. El ser humano, en su ilimitada ambición por obtener riquezas a corto plazo, sin importar los daños causados al planeta que heredarán sus hijos y nietos, necesita ser recordado, en una serie de reuniones, charlas, bailes y demás actos sociales, que este espacio que habitamos no está preparado para soportar el ritmo demoledor que se le está imponiendo. Aunque hay algo mucho más grave: la Convención Marco fue adoptada en 1992 y está en vigencia desde 1994, pero hasta los momentos, ninguna de las tres potencias que más CO2 lanzan a la atmósfera (China, EE UU y la Unión Europea) han adoptado medidas realmente eficaces. Hay algo de optimismo en cuanto a este get together peruano, pero por ahora no hay más que la solitaria sensación de que algo puede cambiar.

Más allá de la incapacidad de nuestra especie por poner un poco de orden en este hogar, hay algo que descubre a nuestros políticos como los oportunistas desvergonzados que realmente son: las tres potencias antes mencionadas constituyen una prueba más de que no hay ideologías realmente fuertes, sólo codicia y populismo.

Me explico: es muy pobre y burdo señalar a los norteamericanos como los únicos causantes del calentamiento global, obviando que la tan venerada y publicitada República Popular China tiene la misma responsabilidad que sus rivales por la dominación mundial, es decir, más allá de los discursos y los gritos, gringos, europeos y chinos van todos de la mano en contra del planeta. Lo leo y no dejo de pensar en los revolucionarios del siglo XXI, quienes nos creen tan idiotas como para tragarnos que el comunismo chino es una alternativa al capitalismo occidental.

Ah, cosas de la raza humana, tan preocupada por la retórica y los discursos antes que por la conservación de la tierra.

¿Sabe que constituiría una verdadera revolución? Que la reunión en suelo peruano sirva para que de una vez por todas los líderes mundiales dejen de lado la avaricia y comprendan que no hay otro planeta; o cuidamos este o nos declaramos suicidas militantes. Pero mucho me temo que los poderosos no se atreverán a tanto, y los menos seguirán escondiendo sus miserias detrás de su retórica antiimperialista.

Así somos los seres humanos, complejos y acomplejados. ¿Usted quiere cambiar la dinámica? Bienvenido al club; empecemos por darle a la gente la única herramienta posible: educación. Sólo ella tiene la fuerza para derrotar tanto discurso barato y tanto trasnocho ideológico. Hagamos caso a la advertencia de Robert Plant y sus colegas, o de lo contrario, apaguemos la luz.

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