Fotografías: Ismael Llopis (Momo-Mag)

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Son las ocho y pico de la mañana. La gran suerte de no trabajar durante las mañanas es que me puedo levantar a la hora que me plazca, la mala noticia es que soy incapaz de dormir más allá de las ocho y media. El perro esquizofrénico del vecino, una calle de Sants (Barcelona) ruidosa hasta la exasperación y unas tiroides igual de esquizofrénicas que el maldito perro del vecino hacen que a partir de las ocho empiece a dar vueltas en la cama como una peonza. Cada vez que alguien me recuerda la suerte que tengo por no tener que madrugar, le miro con cara de pocos amigos mientras por las estrecheces de mi cerebro pululan pensamientos variados de sufrimiento y muerte.

Una de esas mañanas, Ismael, fotógrafo de Momo-Mag, me envía un mensaje: “¿Quieres entrevistar a Albert Pla? Tengo el contacto”. Primero pienso que sí, luego que no. Presiento alegría, interés, curiosidad y miedo. Una mezcla de sentimientos incautos como cuando te acuestas con tu ex después de haber roto.

Preparo café y dos galletas María, desayuno de campeones y de una economía que mira por el ahorro. El viaje antes que el paladar. Le llamo: vale, sí, sí. Llamo al editor: vale, sí, sí. Parece ser que Pla (Sabadell 1966) ha sacado libro. Antes de las Navidades, en plena campaña política y titulado España de mierda (Roca Editorial). Eso es marketing y lo demás son tonterías. En la portada, el título y una bandera, fusión entre la rojigualda española y la estelada catalana, adornada con unas heces.

–Albert, ¿por qué un libro?

–Porque así me salió, no lo tenía previsto. Empecé a escribir y funcionó.

–¿No te apetecía grabar otro disco, o repetir obra de teatro, como habías hecho anteriormente con Manifestación?

–Sí, pero luego pensé… Si ya está así tal cual, pues lo dejo como libro.

–Es una novela con personajes reales que tú introduces dentro de una ficción. Como el caso de Calamaro, que se transforma en ¿un anfibio? ¿No te planteaste hacer algo más autobiográfico, más personal? Igual hubiese despertado más interés…

–No, no me interesaba. No me gusta que la gente sepa cosas de mí.

–Eso es lo que dicen por ahí. Que unas memorias, algo más personal, hubiera resultado más atractivo. De todas maneras, yo soy de las que piensan que en la ficción, un escritor puede destaparse de igual manera.

–No, no era mi intención, en ningún momento, explicar nada de mi historia personal. Empecé a escribir y se fue alargando, alargando… Encontré ese punto estético, pero nunca pensé: “Va, voy a ponerme a escribir un libro”.

–Una portada polémica: heces para un título también polémico y la mezcla de la estelada con la bandera española. ¿Cuál es tu intención? ¿Buscas la polémica?

–No, los editores te piden una portada vistosa y un título llamativo. Y dices, vale.

–En 2013 dijiste que te daba asco ser español. Tuvo repercusión el comentario y te cancelaron algunos conciertos. Luego, en una entrevista posterior, comentaste que si hubieras sabido la que se armó, te hubieses callado. ¿Cómo lo ves dos años después y con el tema del nacionalismo catalán al alza?

–No lo sé [se queda pensativo].

–¿No?

–Es… como un mundo en el que hay guerras, y champiñones. Y se trata de convivir.

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–¿Hacia dónde vamos?

–No tengo ni idea y la verdad es que tampoco me interesa.

–En tus apariciones públicas dejas claro que la clase política te la suda, que no influye en tu vida. Sin embargo, en el libro sí cargas contra ellos. Lo mismo ocurre con la cúpula eclesiástica, por ejemplo. ¿Igual no te la suda tanto?

–Me río de ellos.

–El PP te ha denunciado mil quinientas veces.

–Mil seiscientas

–¿Por blasfemia?

–Sí, bueno, cuando actúas en algún sitio donde está el PP, ya se sabe como acaba. Es fácil que te monten el pollo.

–Políticamente te la suda, imagino. Económicamente…

–Siempre hemos pensado: “Ah, vale, fantástico, denunciadnos”. Siempre esas denuncias se quedan en nada. Bueno, te quedas sin la actuación.

–Al final hasta tiene una repercusión positiva que te veten. Mira el caso de Abel Azcona. ¿Lo conoces?

–No, no sé quién es.

–Es un artista español. Estuvo yendo a misa no sé cuántos meses y recopilando hostias consagradas para montar una performance con la palabra pederastia escrita con las formas. Le han caído tres denuncias, pero ahora lo conoce el doble de gente que antes de la polémica. ¿Sientes que a ti te ha pasado algo similar?

–Yo hace años que estoy al final del pasillo a la izquierda.

–¿No crees que aquellas declaraciones tuvieron un efecto positivo?

–No se trata de lo que pasó en 2013. En mi caso, ya hace años que me dan por el culo. Aunque ahora es distinto. Antes te daban por el culo y te ninguneaban, pero podías decir cosas. “Su Majestad, el terrorismo… eso no puede decirlo”. En cambio estos te dicen: “Este teatro es mío y este cabrón no viene”. Hasta ahora, todo esto se había disimulado, se ninguneaba a la gente. Ahora ya no. Ahora te dicen “el teatro es nuestro”. Al menos alguien reconoce que se cree que el teatro es suyo.

–Esto ha pasado con el PP y con el PSOE.

–La chulería de los políticos ha subido un par o tres de escalones.

–O la sinvergonzonería.

–Encima, están los derechos evidentes que [los políticos] tienen sobre nosotros. Ellos lo tiene clarísimo: son los reyes del puto mambo. Están orgullosos, por mis cojones.

[Nota de la redactora: En este momento, Albert Pla empieza a hablar en castellano. Hasta el momento la entrevista se estaba desarrollando en catalán].

Porque tengo unos cojones súper guays, que es lo importante en esta vida. Un par de buenas pelotas y me cago en Dios.

–Recientemente arremetías contra Podemos. No te gusta el partido de Pablo Iglesias.

–No los conozco. Es decir, los conozco igual que a los otros. No me gusta que un señor venga y me diga qué hará o qué no hará y que hable de mí. No me gustan los políticos.

–No votas.

–No voto. Lo del Rey es absurdo pero escoger un presidente también. No sé por qué le interesa tanto a la gente escoger un presidente. [Suelta una sonora carcajada y se rompe, positivamente, el ritmo de la conversación] ¿Se creen que los van a salvar de algo? No lo digo yo. Un político miente, miente, miente, miente y cuando hace lo que dice, lo hace cinco veces más caro. Si la gente quiere ir a votar, yo no tengo nada que decir. No puedo decir que la gente es imbécil, aunque a veces lo piense.

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–¿Qué le dirías a Rajoy si lo tuvieses delante?

–No le diría nada, no tengo nada que decirle.

–Tenías simpatía por Albert Rivera. Hace poco dijiste que cada vez que abría la boca era para decir tonterías y mentiras. Que en eso os parecíais.

–También se llama Albert, como yo.

–Hombre, carisma tiene.

–No lo sé. Pero bueno, sí, el carisma es un mal endémico de la humanidad. Que alguien tenga carisma, es el principio de una desgracia.

–¿Sí?

–Sí [Pla se muestra rotundo]. Cuando un tío con carisma dirige algo, se va a la desgracia. Alguien las pasará putas. Cuanto más carisma tiene alguien, hay otro que lo pasará fatal.

–Es una cualidad que, en todos los ámbitos, está sobrevalorada. Tiene demasiadas connotaciones positivas. Alguien que sabe dirigir…

–Sí, alguien que sabe dirigir, que dice mentiras sin que se note, que sabe despedirte con buena cara… Alguien que si se tiene que cagar en Dios, se caga. Tú te callas, tú te callas, tú te callas. Que tiene una autoridad. Es fantástico, brutal.

–Tú naciste en Sabadell. Yo en Sant Boi. Extrarradio. A mí me cuesta relacionarme con Barcelona. ¿Has tenido tú la misma sensación?

–Tengo la sensación de que si Catalunya se independiza, los hijos de puta de Barcelona no podrían controlar el país [ríe]. Nos tenemos que rebelar. Estos cabrones de Barcelona, déspotas, no pueden dirigir nuestra nación.

–¿Nos tenemos que independizar de Barcelona?

–Ya. Es indignante. Yo, cuando hay más de seis personas en mi furgoneta, lío.

–Ahora sales de gira. ¿Cuál es tu próximo destino?

–Donosti o Sevilla, ahora no lo sé.

–¿Cuánto tiempo estarás girando?

–Pues… todo el año que viene [Nota de la redactora: La entrevista tuvo lugar en diciembre de 2015].

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–¿Cómo afrontas esta nueva gira? ¿Vas a dedicarle más tiempo a lo musical o a la promoción del libro?

–No tengo ni idea, ya me cuesta saber dónde estaré la semana pasada…

–La semana que viene.

–¡Ay, la semana que viene! No tengo ni idea de nada.

–¿Cómo empezaste, Albert, en la música?

–¿Qué cómo empecé? Yo empecé en un concurso.

–¿En Sabadell?

–No, un amigo mío presentó una maqueta a un concurso de la Generalitat, que resultó que no era de la Generalitat sino un concurso del Ministerio de Cultura. Me fui a Jaén y canté allí unas canciones. Me dieron todos los premios. Volví y grabé disco. Era la primera vez que cantaba y me hice profesional.

–¿Y la guitarra?

–La guitarra, ni entonces ni ahora.

–Bueno, me preguntaba si te venía la afición por la música desde casa.

–No, no, fue por azar. No vengo de familia de músicos

[Stop. Aquí, por cosas del destino, decido explicarle mi corta carrera musical con el violín a Albert Pla, que escucha ensimismado y sin entender por qué le estoy contando mi vida. Le cuento que tocaba el violín, que tampoco vengo de familia de músicos, que me resultaba complicado compaginar todo… Y ahora es él que me pregunta].

–Pero… ¿te pareció chulo tocar el violín?

–Tengo 30 años. Desde los 24 no lo toco. Me gustó en su momento. Ahora vivo sin él, sin más. Volvamos al tema… Imagino que estás al corriente de los atentados de París. ¿Qué hubiera hecho Albert Pla si hubiera estado actuando aquel día en la sala Bataclan?

–Morirme. ¿No?

–Los músicos no murieron.

Emparanoyarme de cara al resto de conciertos de la gira, pues.

–¿Qué te parece que se atente contra civiles?

–Me parece lo mismo que cuando nosotros bombardeamos hospitales de Médicos sin Fronteras. Seguro que hay más afganos civiles muertos que franceses. Lo mismo ocurre si comparas franceses muertos con fallecidos iraquíes y sirios. Negar que estamos en guerra es absurdo.

–¿Crees que estamos en guerra?

–Hombre. Nosotros fabricamos armas que matan en esos conflictos y enviamos soldados allí. Sí esas «misiones de paz y ayuda humanitaria» que pagamos tú y yo, por culpa de esos líderes tan carismáticos. Negar que estamos en guerra es absurdo. El francés lo dijo.

–Hollande.

–Sí, mucho antes de los atentados. Si hay armas, se utilizan.

–En el libro también hablas de ella. ¿Qué es para ti la muerte?

–¿Qué es para mí la muerte? Yo puedo hablar de la muerte de otros, no de la mía. De la mía no sé nada. Es lo peor que te puede pasar.

–¿Le tienes miedo?

–Un poco de miedo, sí. Nunca esperas que se muera quien se muere. Nunca se muere quien esperas que se muera.

–Ramón Lobo dice que las muertes imprevistas son más difíciles de superar. La muerte de aquellas personas que creías que siempre estarían allí, como la de los abuelos.

–La muerte evita otras muertes. La muerte evita la muerte de esa persona otro día, que se hubiese podido morir mañana. Por ejemplo un tío que asesina a alguien, pues igual ese alguien se hubiese muerto igualmente. La gente se muere. Lo que yo le diría a mis muertos… Es que luego todos tienen la misma edad. A mí no me importa la edad.

–¿Has fantaseado con tu propia muerte?

–Yo… La verdad es que no.

–Pero has vivido la muerte de muy cerca.

–Sí… La verdad es que sí… Mi padre murió cuando era pequeño; mi mujer, cuando tenía 23 años. Me han pasado otras cosas horribles, muy recientes que no puedo ni nombrar.

–¿Si pudieses resucitar a alguien de esas personas que nombras…?

–Yo no tengo ganas de hablar con nadie. Nunca he tenido ganas de cantar con un músico en concreto, ni de conocer a nadie, ni de hablar con ningún personaje histórico. Creo que con la gente que conoces ya estás completo. No me impresionan demasiado las otras personas.

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–No tienes admiración por nadie, entiendo.

–Me hubiese gustado vivir con los esquimales o con los indios, corriendo por allí. Me hubiese gustado vivir situaciones y momentos históricos. Me gustaría ver Barcelona hace 300 años, pasearme por las calles.

–Curiosidad, entonces. No hay ninguna canción que te hubiese gustado componer a ti.

–No.

–¿Algún teatro, sala de conciertos en la que te gustaría actuar?

–Realmente no, ya toco donde quiero. Mira, he estado mucho en Suramérica y nunca he estado en Perú. Me gustaría tocar en Perú, por ejemplo.

–Recomiéndame un libro. No el tuyo, que ya lo tengo.

–Yo nunca recomendaría un libro a nadie.

–¿Música?

–Tampoco, no lo sé.

–¿Nada que me quieras recomendar?

–Pues… realmente, no.

Pla es un tío afable y pausado. De buenos modales, cabizbajo. Suelta carcajadas y escupe ironías. Me gusta.

Nos despedimos con un par de besos y el deseo que tenga suerte con la promoción de su libro. Donde otros periodistas ven arrogancia, yo veo sencillez y claridad. Y eso que no las tenía todas conmigo. Me gusta.

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